El váter de Onetti
De las intervenciones radiofónicas llegué a “Mientras
haya bares” y de ellos a “El váter de Onetti”. Y es que no hay nada comparable
a encontrarte con un escritor que acaba usurpando tu puesto de aprendiz para
poner en el papel aquello que tú no consigues. Sí, así es, así lo reconozco y
así me encaminé de nuevo a las lecturas de Juan Tallón. Y lo primero que me
llamó la atención fue esa sensación de vacío que provoca la suelta de amarras
de un puerto que en nada te satisface para lanzarte a una travesía incierta.
Pocos son los valientes que se atreven y por lo tanto había que dejarse llevar.
Hasta que en el meollo del argumento, más allá de una crónica de escape personal
del autor, vas descubriendo los entresijos que proporciona Madrid como madre nodriza
de aquellos que deciden acudir a ella en busca de auxilio. Y en mitad de todo
ello, como salidos de un entremés de varios actos salteados, las más variopintas
situaciones por las que la acción se va desarrollando. Tugurios por los que perderse
para intentar encontrarse, personajes vestidos con los disfraces de añoranzas,
amores fugaces que se sueñan eternos; y sin tiempo que perder, saltos de
argumentos como si cada uno de ellos pidiese su espacio desde el camerino de la
hilaridad equilibrada entre las suposiciones y las certezas. Un retazo de
naufragio que sin embargo te incita a lanzar un salvavidas de comprensión a
aquellos que no encuentran la costa soñada. Historias hiladas en el telar de
las vidas paralelas, ignoradas, compartidas o envidiadas. Un monólogo
silencioso tras el que sumergirse como invitado fisgón a la espera de descubrir
un desenlace que no esperas. Dejarás volar tu imaginación de la mano de la
cadencia gallega que sigue la máxima de no manifestar del todo sus intenciones.
Pensar si va o bien, si sube o baja, si entra o sale, quedará a criterio de
cada quien. Y en medio de todo ello se abrirá de par en par una ventana por la
que dejar entrar el aire renovador rubricado por la osadía. Una moraleja última
que desde un principio sospechaste y que por mor del respeto dejaste llegar a
ti. Nunca faltará un motivo para el cobarde que se vea inmovilizado por su
propio temor si de mandar al váter aquello que no te satisface se trata. Para
aquellos que aún están realizando ensayos sobre su decisión futura, este libro
les indicará el camino. De seguirlo no
dependerá que la paleta de su vida siga vistiendo de grises o se torne
multicolor. Una vez más, ¡ bravo , señor Tallón, bravo !
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