lunes, 3 de abril de 2017

Las puertas


Son esas aduaneras que franquean paso o lo niegan según la voluntad de quien las maneja. Esos tabiques movibles que se convierten en celadoras de intimidades nada más echar la llave y que en el mejor de los casos adquieren por propia voluntad el derecho a abrirse o ser abiertas. Puede que el picaporte que antaño las coronaba haya dejado paso a un mínimo rectángulo estridente que sonará de mil modos distintos según la polifonía elegida. De suerte que siguiendo las normas ciudadanas de cortesía, un leve toque, o dos a lo sumo, otorgarán la respuesta del silencio a quien insiste en solicitar paso si así lo considera el dueño del habitáculo. Poco debe importar al llamante si los motivos que al otro lado de la blindada debaten el acceso o no. De nada sirve, es más, acaba hartando, la repetición de toques si los oídos sordos decidieron ignorarlos. Las llaves cerraron convenientemente los pernos y nada podrá retrocederlos en tal decisión. No será necesario escrutar señales cuando es evidente que en nada interesa al ocupante de la vivienda lo que se le ofrece. Si clausuró el acceso posiblemente fuese por tener otras ocupaciones, necesitar emplear su tiempo en otros menesteres o hacer lo que le dé la gana. Así de simple y así de claro. Ni alharacas, ni ofertas, ni vueltas alrededor darán como resultado lo que está claro, se entienda o no, se acepte o no, por parte del llegado al umbral. Cada quien es libre  de llevar su tiempo por los vericuetos que más le plazcan y lo demás está de más. Es tan sencillo de entender que a veces cuesta entender que no se entienda. Todo lo cual redunda en un ciclo absurdo de preguntas sin respuesta por parte de quien insiste en la apertura. Los ciclos terminan y como tales dejan caer las hojas de calendarios en los otoños vitales. Metáfora vital, sin duda, la de las puertas. Ni siquiera aquellas que disponían de doble cuerpo se siguen fabricando. No son necesarias y lo corrobora el hecho de no ser solicitadas. Los remaches se oxidaron y ni siquiera el linóleo que las ansias de rejuvenecimiento proponen dará lugar a una nueva presencia. Y en caso de ver por la rendija inferior la luz encendida lo normal será pensar que se debe a algún cortocircuito o llave permutada en malas condiciones. Abrir puertas  cerradas únicamente se le puede abrir al campo, y el campo, como tal, está abierto a cualquiera por propia naturaleza. Así que cierro la puerta de nuevo, y quien quiera que le abra, con una sola vez que llame sabrá si  abro o dejo cerrada mi puerta blindada. Justo, justo, lo mismo que he aprendido desde bien pequeño a hacer y sigo haciendo. ¿A que se me entiende? 

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