miércoles, 31 de mayo de 2017

Predicantes


Se han abierto las puertas de los atrios religiosos y la fe ha tomado la calle. La calle, la plaza, o el rincón del parterre que hasta su llegada permanecían tranquilos y ausentes. Enfundados en su terno con raya diplomática ellos; pulcramente vestidas a modo y manera de sensibles señoritas dispuestas a evangelizarte, ellas. Unos y otras se apostan al margen de un panel que más parece el reinante en los halles de los hoteles ofertantes de excusiones y mil y unas actividades lúdicas. Los mandamientos que por pudor aún no he sido capaz de solicitarles seguro estoy que llevan una carga evangélica digna de estudio y atención. Nada les desanima. Ni el sol implacable ni las insistencias de los motores que les pasan a escasos metros  son suficientes argumentos como para destruir sus postulados. Atrás quedaron aquellas clones de Janis Joplin que te asaltaban cándidamente ante el semáforo en rojo y te declaraban su amor en aras de convertirte en seguidor de su secta. Lejos permanecen quienes renuncian a los placeres culinarios que las oreadas morcillas proporcionan como sibilinas embajadoras de sangres. Todo aquello ya es pasado. Ahora el futuro manda en la forma y el fondo se camufla entre ella. Aleluya, aleluya, y que siga el sermón, aleluya, desde el amplio ventanal de máxima audiencia, aleluya. Y si de paso tu paso sabatino vespertino te lleva sin saberlo a una reunión espontánea en mitad del ecuador ciudadano, mejor que mejor. Vas a disfrutar de la labia de un speaker ducho en la materia y la tarde tomará tonos floridos. No podrás evitar retrotraerte a aquellas de aquellos mayos en los que las flores a María se convirtieron en habituales peregrinaciones. Pensarás que las modas cambian y lo esencial permanece. Algo tendrá la fe cuando todo el mundo intenta ofertarla como camino de salvación. Lo que no está muy claro es si la salvación que prometen es realmente la que buscas o ni siquiera te habías planteado encontrar. Raciones de un pastel que genera beneficios a plazo fijo en el más allá con una cuota en el más acá.  Sea como fuere la tarde irá languideciendo. Solamente te faltará pasar por la acera adecuada y comprobar cómo  las plegarias se camuflan entre las guitarras, el órgano y las palmas, aleluya, aleluya. No hay posibilidad de escapatoria; vayas donde vayas, aparecen con uno u otro signo, con uno u otro dogma. O te  sumas o no sumas méritos. Así que he decidido estudiar a fondo la cuestión y antes de que el tiempo se convierta en pasado tomaré una decisión. Lo que me da mucha pereza es seguir siendo cuestionado como alma pecadora por dejar de cumplir unos preceptos altamente cuestionables, aleluya, aleluya. No os extrañéis si dentro de nada me veis convertido en un predicante más buscando, eso sí, mi cuota de adeptos a los que convertir en fieles. Empiezo a diseñar ahora mismo  las estrategias que puedan llevarme a ello; os mantendré informados de la cuenta a la que podéis realizar los donativos preceptivos. Aleluya, aleluya. Lo del canal televisivo, de momento, está en pleno trámite su elaboración.

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