A sangre
fría
Ya el
título de la novela de Truman Capote anticipa lo que viene en el transcurso de
sus páginas. Un asesinato múltiple cometido por dos truhanes a los que la vida
les ha llevado a ser lo que son. Dos inadaptados en una sociedad que no siente
clemencia por quienes no se suben al carro de las normas y es capaz de
eliminarlos de raíz. Una pareja que emprende la ruta hacia el delito queriendo escapar de su propia vida anterior que en
nada contribuyó a sus respectivas adaptaciones sociales. Como si un destino
común les hubiese imantado, los dos asesinos empiezan a desnudarse a través de
los capítulos, a través de los traumas vividos, a través de desarraigos
insalvables. Y a la par, el duelo de una ciudad, de una comunidad, de unas
gentes temerosas de ser proclives víctimas. Las urgencias por su captura, la
falta de pistas, el azar que se acaba aliando con la ley, el arresto, el juicio,
la ejecución. Te acabas vistiendo con los diferentes atuendos de los sucesivos
personajes y en todos ellos encuentras luces y sombras con las que iluminarte o
protegerte. Perjuicios ante los prejuicios y un incesante péndulo, como si de
una horca se tratase, aportando argumentos fiscales o defensores. Capote
manejando psiques de toda índole nos muestra un completo álbum de conciencias y
entre ellas te guía a su antojo para que tú decidas. Te paras a reflexionar y
apenas transcurridos unos minutos la trama te lleva de un lado a otro en el
asiento trasero del Chevrolet para guardarte el sitio preferente como mudo
observador. Pasas de la clemencia a la exigencia en un plis plas y casi sin
darte cuenta te sitúas como espectador, como uno de los veinte elegidos, para
ver cómo una vida paga con el balanceo de veinte minutos por las vidas que
robó. Trazos descarnados de la existencia del mal sin justificación alguna se
van solapando con bondades comunes y habituales. Sueños rotos de juguetes rotos
que perdieron de vista la cruz de una moneda llamada “sueño americano” y que
por ello pagan. Una crónica periodística en la que las notas se toman en los
márgenes para no distraer la atención en lo innecesario. Una novela, en
definitiva, que marca una línea a todos aquellos que quieren adentrarse en el
género policíaco y no saben cómo. Lo más probable es que busquen entre las
estanterías de la modernidad títulos a los que la publicidad ha elevado al
trono de la magnificencia. Igual si se atreven con esta obra de arte se darán
cuenta de lo que significa escribir una novela y no se vuelvan a dejar engañar.
Y todo esto, siempre será mejor hacerlo, a sangre fría.
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