lunes, 10 de julio de 2017


A sangre fría

Ya el título de la novela de Truman Capote anticipa lo que viene en el transcurso de sus páginas. Un asesinato múltiple cometido por dos truhanes a los que la vida les ha llevado a ser lo que son. Dos inadaptados en una sociedad que no siente clemencia por quienes no se suben al carro de las normas y es capaz de eliminarlos de raíz. Una pareja que emprende la ruta hacia el delito queriendo  escapar de su propia vida anterior que en nada contribuyó a sus respectivas adaptaciones sociales. Como si un destino común les hubiese imantado, los dos asesinos empiezan a desnudarse a través de los capítulos, a través de los traumas vividos, a través de desarraigos insalvables. Y a la par, el duelo de una ciudad, de una comunidad, de unas gentes temerosas de ser proclives víctimas. Las urgencias por su captura, la falta de pistas, el azar que se acaba aliando con la ley, el arresto, el juicio, la ejecución. Te acabas vistiendo con los diferentes atuendos de los sucesivos personajes y en todos ellos encuentras luces y sombras con las que iluminarte o protegerte. Perjuicios ante los prejuicios y un incesante péndulo, como si de una horca se tratase, aportando argumentos fiscales o defensores. Capote manejando psiques de toda índole nos muestra un completo álbum de conciencias y entre ellas te guía a su antojo para que tú decidas. Te paras a reflexionar y apenas transcurridos unos minutos la trama te lleva de un lado a otro en el asiento trasero del Chevrolet para guardarte el sitio preferente como mudo observador. Pasas de la clemencia a la exigencia en un plis plas y casi sin darte cuenta te sitúas como espectador, como uno de los veinte elegidos, para ver cómo una vida paga con el balanceo de veinte minutos por las vidas que robó. Trazos descarnados de la existencia del mal sin justificación alguna se van solapando con bondades comunes y habituales. Sueños rotos de juguetes rotos que perdieron de vista la cruz de una moneda llamada “sueño americano” y que por ello pagan. Una crónica periodística en la que las notas se toman en los márgenes para no distraer la atención en lo innecesario. Una novela, en definitiva, que marca una línea a todos aquellos que quieren adentrarse en el género policíaco y no saben cómo. Lo más probable es que busquen entre las estanterías de la modernidad títulos a los que la publicidad ha elevado al trono de la magnificencia. Igual si se atreven con esta obra de arte se darán cuenta de lo que significa escribir una novela y no se vuelvan a dejar engañar. Y todo esto, siempre será mejor hacerlo, a sangre fría.       

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