viernes, 7 de julio de 2017


Love of Lesbian



Existen indicios que te anuncian que tu tiempo ha pasado. El estilo de la ropa, el tipo de películas, el modo de ocupar tu tiempo libre, incluso los deportes que practicabas y que se han quedado obsoletos. Ahí es cuando las agujas del reloj que pensabas eternamente compañero, te delatan. Y caso de que aún tengas alguna esperanza de estar al día aparece la música como apuntillando tu cerviz y pidiéndote la documentación. No te queda más remedio que reconocer que el inmovilismo en el que te habías plantado no te hace ningún favor y que las bases de tu puesta al día ya no sirven. De modo que lo mejor es que aceptes abrir tu mente a lo que se mueve alrededor y procurar que tu desentono no se note mucho. Un mucho de osadía, un mucho de temeridad y una noche de luna llena serán el trípode sobre el que situarte ante el escenario a esperar tu bautizo de modernidad. Y ya en los primeros compases empiezas a entender el porqué de tal afluencia masiva. Han desaparecido los mecheros y la luz de los móviles se convierten en luciérnagas acompañantes. Sobre y frente a ti un grupo del que habías oído hablar a tus hijas se encamina a demostrarte que el buen pop nunca muere y que las letras de sus temas rebosan de poesía. Notas como las notas circunvalan psicodelias y se afianzan en el funky mientras el coro formado por cientos de cientos repiten lo ya escuchado y la lluvia de confetis inunda la moqueta. Sabes que allá abajo, los presentes se irán convirtiendo en futuros desde un halo de esperanza que nada ni nadie puede enterrar. Y te alegras por ellos. Y te alegras por ti. La decisión impulsiva que te llevó a entrar para comprobar por ti mismo de qué se trataba fue la más acertada que pudiste tomar. Un hueco más se acaba de abrir en tu discoteca y posiblemente sea ocupado por estos que están demostrando una pulcritud en el manejo de los instrumentos digna de elogio. Un directo contundente, cercano, independiente, en el que los tiempos son manejados por la armonía de una noche que se hizo cómplice. Una descarga de melodías que pusieron rubrica y sello al contrato que sin leer pedí y firmé para no quedarme atrás. Un mundo fantástico que abogaba por dejarse de problemas y empezar a vivir ajenos a los preceptos de quienes, a veces, manejamos inseguridades fingiendo dominios, sin saber que estamos equivocados, que nuestra música pasó, y posiblemente, con ella, nuestro tiempo presente.   

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