viernes, 21 de julio de 2017


El lector


Como si de un espejo reflectante se tratase el título me llamó la atención. Giré la vista hacia la contraportada y el argumento pareció, al menos, interesante. Un joven al que una señorita menos joven convierte en adulto y una historia de amor con diferencia de años que acaba sonando a algo ya leído o visto. Suele suceder en la medida  en que las historias aparecen y se asemejan a otras historias. Así que nada que objetar. Se trataba de dejar transcurrir las páginas para descubrir entre ellas el ligazón de un telar que diese emoción a las mismas. Bernhard Schlink diseña una serie de capítulos cortos sobre los que el protagonista ve cómo la vida avanza en paralelo al secreto que su amante esconde. Primera decepción. Demasiado pueril y poco creíble como para no defraudar. Lo que empezaba como novela giraba a folletín y toda la trama se tornaba en gris. A favor, la lectura fácil. En contra, la fácil lectura previsible de lo que iba a llegar. Los detalles los omito, más que por desgana, por haber olvidado qué encerraban. A veces quiere ser una novela de reconciliación con el pasado y a veces vuelve a manifestarse como una aventura inconclusa de aquello que dejó de ser sin saber el porqué. Para dar un toque más de sabor, un pasado nazi se suma a la justificación de los traumas de la protagonista. Una serie de respuestas quedan sin resolver y casi mejor que así sea. Serían demasiado previsibles y el escaso interés derivaría en suflé insustancial. Eso sí, como currículo, lleva sobre sus lomos infinidad de premios, nominaciones, aplausos, elogios, y demás condecoraciones que no hacen más que situarme en la tesitura de ser un ceporro insensible al no sumarme a los mismos. Supongo que será el verano quien contribuye a la tibieza que me deja semejante libro. De cualquier forma, amigos míos, queridas amigas, si lo que andáis buscando es algo light con lo que soportar la canícula antes de que el sopor de la siesta os rapte, aquí tenéis una opción. Lo más probable es que al cabo de dos horas os despertéis con el libro sobre el regazo y os preguntéis por dónde iba la trama. Tranquilos, dos líneas más y enseguida os cogéis de nuevo. Y si la tarde empieza a refrescar, el paseo se hace tentador y el barullo cercano os llama, no lo dudéis, marchaos. Mañana, en un rato de aburrimiento podréis continuar y nada habrá cambiado, salvo que ya os quedarán menos páginas para concluirla. Del juicio que saquéis una vez terminada, cada cual que se haga responsable. Para gustos, los colores, y en ello estamos, y en ellos seguiremos.  

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