El 4
En nuestro sistema de numeración digital cada símbolo que nos hemos
atribuido representa un papel que muchas veces ignoramos. Es obvio que los diez dedos son los encargados de
mostrarnos la escala desde el cero hasta el nueve antes de que los dúos de
cifras den paso a los niveles superiores y entre ellas se plantee un duelo de egos.
Por eso mismo creo que el primer decanato tiene un rango difícilmente superable
y en todo caso digno de admiración. Dicho lo cual, me rindo ante el cuatro. Es
ese exponente de cualidades que son
ajenas a los demás. Mi preferido. Es quien da paso a la gloria al reunir a los naipes semejantes
en una timba ganadora. Es el culpable de la estabilidad de cualquier mueble
sobre el que desarrollar nuestra labor. Es el mejor embajador de cualquier
debate en busca de consenso porque no delega en el impar la responsabilidad
final. Es, en definitiva, ese fiscal compasivo ante el que las pruebas lectivas
no del todo resueltas, piden árnica y clemencia. Mira hacia el nivel superior y
se sienten casi como ellos. A veces se pregunta el porqué de haber planteado a
tan sólo un punto la línea del apto o no. Sabe que no es el más detestable
porque los escalones le sitúan en el rellano del menos malo. Mira suplicante pidiendo
lo que no tiene como si de un mendigo necesitado a la puerta de una iglesia se
tratase. Cae bien, eso nadie se lo discute. Hasta el punto de plantear un
conflicto moral entre quien maneja notas como si de un verdugo se tratase.
Aquí, justo en el momento de sellar resultados, una vez contempladas todas las
variables y alegaciones, si el cuatro insiste en situarse, la toga se desmorona
y la piedad acude. Y sobre qué camino a seguir cada cual optará según su
criterio o severidad. Y lo mejor del caso será comprobar cómo los hasta
entonces náufragos braceando de gozo al saberse a salvo en el peñasco del ascenso
no siempre merecido. Por lo tanto, y sin que sirva de precedente, creo que lo
mejor es olvidar que el cuatro existe.
Dar el salto del tres al cinco será la mejor opción y todo conflicto
quedará resuelto. Podrás conciliar el sueño. Podrás mirarte ante el espejo y
eliminar la crueldad de tu rostro. Podrás, en definitiva, salir airoso de un
dilema al que te había llevado el final de un camino. Y ya de paso, aquellos
que ascendieron, sonreirán y aquellos que no superaron el tercer nirvana,
sabrán que la imposibilidad de un salto doble es manifiesta. Ya puedo
descansar. He encontrado la solución. Tan sólo me resta un resolver un pequeño problema: a esta parrafada anterior, yo le
pondría un cuatro. ¿Ahora qué?
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