jueves, 5 de julio de 2018


1.  Carmen, la de Gregoriete



Así, como queriendo reivindicar la sangre, se hacía un hueco en el corazón de todos aquellos que tuvimos la suerte de tenerla cerca. Y digo tuvimos cuando el tiempo presente ha querido despedirse en los primeros albores del mes de Julio. Como si decidiera por sí mismo teñir de oscuro al inmediato verano en el que su sempiterna sonrisa, por más que se empeñe el luto, no dejará de asomar por la esquina de las escuelas. Allí, justo en el cruce de caminos que nos vertebran hacia las eras o nos guían hacia las aguas, seguirán presentes los mil detalles que hablarán de lo que fue, de lo que sigue siendo. Aparecerán las mesitas bajas con los pañitos almidonados a la espera del paso de la procesión. Aparecerán los sedales que regresan del Puente de Hierro. Aparecerán los mandiles sobre las sillas de anea sobre los que dejar descansar a los ascendientes sudorosos y fatigados. Y a todo ello se sumará el aroma a azahar que de las Barcas nos hable de aquellos años en los que las vecindades se convertían  en familias elegidas. Y callado, observando, como si la espera hubiese resultado larga y a la vez indeseada, Luis. Receptivos seres que se llevan el hato carente de precio y pleno de verdad. Nunca es el momento el adecuado; pero cuando la insistencia en hacerse protagonista llega, más allá de las palabras reconfortantes, quedan los hechos. Y seguirán llegando sus pasos acelerados al toque de los terceros del brazo de sus sangres. Sonreirá de nuevo mientras las mismas respuestas acudan a quien ya había dejado un hueco a las preguntas. Nada importará más allá del saber que siendo uno más de los perfiles que dieron sentido a existencias propias se va como vivió, sin hacer ruido. Cuando las hojas caigan, cuando los fríos regresen, cuando las cuestas rezumen de nuevo, de aquella esquina seguirá luciendo la más amplia de las sonrisas. No habrá que hacer ningún esfuerzo por adivinarlo; ella, Carmen, nos cogerá del rostro, nos preguntará por los nuestros, y un par de besos darán validez a la firma de un ser realmente excepcional. Buen viaje a la Eternidad, amiga mía, amiga nuestra, amiga Carmen.  

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