jueves, 19 de julio de 2018


1.  Corina

Creo que es de justicia hacerle un hueco en este álbum de retratos que tantas veces a ciegas se presenta. Creo que es de justicia que una mujer con semejante glamur, con esa prestancia, con ese savoir faire que parece tener, aparezca aquí a reivindicar un papel que para muchos resultará novedoso. Craso error. Desde tiempos inmemoriales y perfectamente recordados, aquellos que han ostentado el poder se han valido del mismo para hacer con su cetro lo que le viniese en gana. Y cuando digo cetro me refiero al doble sentido que el lector agudo entenderá a la primera. Por eso, mal que le pese a alguna mente anclada en la inopia, no debería extrañar el revoloteo de semejantes sobre el hombro de semejantes. Eso sí, siempre desde un estatus elevado que el infeliz de a pie no consiga asimilar. En todo caso envidiar, es su último recurso. Ella, Corina, teutónica vestal, sabe más de lo que los mismísimos servicios de inteligencia podrían sospechar. Sabe de intimidades y a ellas se aferra para dejar constancia de su poderío. Su fecha de caducidad irá pareja a la frescura de su piel y a las habilidades que como geisha occidental sacará a la luz de las alcobas. Pasará por alto las proclamas igualatorias porque sabe que su papel está años luz del modelo que defienden. Segundona en el plano, sabe sobradamente que su imagen arrasa y despierta interrogantes. Será testaferro de aquello que ni sospecha y ella también girará la vista para no toparse de bruces con lo que más indeseable resulta. Vivirá en el lujo porque fue educada para ello y no piensa renunciar a él. Mirará displicente a aquellas que la critican compadeciendo a las que la envidian e ignorando a las que la vapulean. Llevará el sambenito que tantas otras cuelgan de sus vidas sin querer y ella lo dará por válido. Hace años que hojeó los semanarios que hablaban de tantas otras que le fueron mostrando el camino y su decisión le mereció la pena. Lo de menos será que revele detalles que a todos nos suenan a ya conocidos. Posiblemente le hayan hablado de las rutas mallorquinas sobre las que una motocicleta de gran cilindrada cabalgaba y se reirá cínicamente. Tiempos pasados dieron paso a presentes en los que parece que todo importa poco. Ella, engalanada de pies a cabeza, se sabe dueña de la situación. Manejó los plazos y los plazos nunca vencerán. Lo de menos será convencer a los biempensantes de un modo de actuación que parece poco ético a la vez que sumamente placentero. Quiero suponer que para ella también; si no, sería para darle el más sincero de los pésames y no es plan.

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