1. Corina
Creo que es de justicia
hacerle un hueco en este álbum de retratos que tantas veces a ciegas se
presenta. Creo que es de justicia que una mujer con semejante glamur, con esa
prestancia, con ese savoir faire que parece tener, aparezca aquí a reivindicar
un papel que para muchos resultará novedoso. Craso error. Desde tiempos
inmemoriales y perfectamente recordados, aquellos que han ostentado el poder se
han valido del mismo para hacer con su cetro lo que le viniese en gana. Y cuando
digo cetro me refiero al doble sentido que el lector agudo entenderá a la primera.
Por eso, mal que le pese a alguna mente anclada en la inopia, no debería
extrañar el revoloteo de semejantes sobre el hombro de semejantes. Eso sí, siempre
desde un estatus elevado que el infeliz de a pie no consiga asimilar. En todo
caso envidiar, es su último recurso. Ella, Corina, teutónica vestal, sabe más
de lo que los mismísimos servicios de inteligencia podrían sospechar. Sabe de
intimidades y a ellas se aferra para dejar constancia de su poderío. Su fecha
de caducidad irá pareja a la frescura de su piel y a las habilidades que como
geisha occidental sacará a la luz de las alcobas. Pasará por alto las proclamas
igualatorias porque sabe que su papel está años luz del modelo que defienden.
Segundona en el plano, sabe sobradamente que su imagen arrasa y despierta
interrogantes. Será testaferro de aquello que ni sospecha y ella también girará
la vista para no toparse de bruces con lo que más indeseable resulta. Vivirá en
el lujo porque fue educada para ello y no piensa renunciar a él. Mirará displicente
a aquellas que la critican compadeciendo a las que la envidian e ignorando a
las que la vapulean. Llevará el sambenito que tantas otras cuelgan de sus vidas
sin querer y ella lo dará por válido. Hace años que hojeó los semanarios que
hablaban de tantas otras que le fueron mostrando el camino y su decisión le
mereció la pena. Lo de menos será que revele detalles que a todos nos suenan a
ya conocidos. Posiblemente le hayan hablado de las rutas mallorquinas sobre las
que una motocicleta de gran cilindrada cabalgaba y se reirá cínicamente.
Tiempos pasados dieron paso a presentes en los que parece que todo importa
poco. Ella, engalanada de pies a cabeza, se sabe dueña de la situación. Manejó
los plazos y los plazos nunca vencerán. Lo de menos será convencer a los biempensantes
de un modo de actuación que parece poco ético a la vez que sumamente
placentero. Quiero suponer que para ella también; si no, sería para darle el más
sincero de los pésames y no es plan.
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