viernes, 20 de julio de 2018


1.  Macarena



No tengo más referencia de ella que la que ella misma me dijo al preguntarle por su nombre. Enfundada en un uniforme negro sobre el que resaltaban albas líneas publicitarias se me encaró con una viveza de ojos. No sabría asegurar si marrones aceitunados o verdes topacio eran los colores que miraban fijamente a modo de reto y urgencia. El pelo cardado recogido sobre un moño como queriendo dejar paso a la brisa que de los rincones llegaba. Tripulante a babor y a estribor en un incesante trasiego sobre el puente de mando en el que las encomiendas se agolpaban. Y ella, Macarena, directa preguntando. Preguntas a las que como buena samaritana enmarcaba respuestas lupuladas a modo de justificación ante la cicatería de la oferta. Cuestión de exclusividades a las que supo vestir de conveniencias y convencimiento. Y mientras, su incesante sonrisa salpicando de aquí para allá a los náufragos de la calima térrea. Acepté su oferta creyéndome dueño de mis decisiones sin querer reconocer que era ella la que manejaba a su antojo los deseos ajenos. Bogaba de aquí para allá atisbando requerimientos y sabiendo que las premuras buscaban remedios no solicitados. Era y es el remanso de la cala a la que aproximarse cuando las fuerzas flaquean y tu propio ser se mueve en el pairo más desangelado. Luce, como no podría ser de otro modo, la estrella que orienta en mitad de la mañana y sigue pensando qué mérito ha contraído para ser merecedora de tal diseño. No sé, ni creo que sea necesario saber, si su nombre sobrevino tras la reiteración sonora que tantas y tantas veces fue escuchada. No sé, ni es necesario buscar coincidencias, si la transmutación de letras que el apellido del almirante expone, la llevaron al puesto que ocupa, rige, ordena y salvaguarda. Da lo mismo. Lo único cierto es que aquellos que tengáis curiosidad por el más hermoso de los mercados podréis comprobar si exagero. Acercaos, usad las perchas, despojad vuestras manos y estad atentos. Por barlovento veréis que se aproxima y a nada que os descuidéis habréis caído en las redes de su encanto. Puede que incluso agradezcáis el tiempo de demora que os permita disfrutar más de su enorme simpatía. No sé porqué me acaba de aterrizar un verso de la canción que le da nombre y empiezo a sospechar que fue ella quien la inspiró. Cualquier día de estos regresaré ondeando a modo de bandera blanca este retrato. Ardo en deseos de conocer su reacción mientras vuelvo a pedir la cerveza de costumbre.

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