Caín
Siempre me ha llamado la atención el relato de la
Creación por poco o muy creíble que resulte. Supongo que el hecho en sí de
aparecer vestida de leyenda o cuento ha contribuido a ello. No sé. La cuestión
es que una vez que tras la firma de Saramago aparece el más villano de los
villanos, el fratricida primigenio, el menos querido por Dios, la solidaridad hacia
él se abre paso. Y a través de las
letras de don José empiezas a descubrir el modo en el que el infortunio se
viste de racionalidad para darle a Caín cuerpo de crédito real, cercano, humano.
Resulta sumamente atractivo el hecho de ver cómo si de un preevangelista se
tratase se reescribe la historia y deja de ser sagrada para convertirse en apócrifamente
real. La lógica del pensamiento cainita se nos va mostrando en paralelo a las
contradicciones de un dios tan variopinto como contradictorio. Cruel como si el
más férreo de los fiscales estuviese bajo su túnica y así se nos mostrase. Caín,
que porta sobre sí el estigma del mal, acaba mostrándose como el más
racionalista que deja al Supremo sin argumentos más allá de su omnipotencia. Y todo
esto con los barnices hilarantes del descrédito que Saramago saca a la palestra
para derrumbar creencias ciegas. Este protagonista, este condenado al mal,
acaba apareciendo como el procreador de estirpes y desfacedor de entuertos en un viaje paralelo
a la senda del dogma. No deja títere con
cabeza en esta travesía precristiana y supongo que con ello se traza una ruta
paralela por la que llevar a todas las tribus creyentes. De los acomodaticios,
obedientes, resignados, pobladores del Paraíso, nada se sabe ni falta que hace.
Esta muestra irreverente deja bien a las claras sus intenciones desde el principio
y creo que debería plantearse como optativa en cualquier currículo que se
precie. Daríamos con ello una visión más inteligible de los designios que
tantas veces nos suenan a chanzas. Lo más probable sería que alguna hoguera se
ofreciese a ser de nuevo al protagonista para convertirnos en churrascos
herejes, pero merecería la pena. De tan acostumbrados como nos tienen y quieren
en seguir las pautas del pensamiento y del credo, uno empieza a pensar que nos
hemos idiotizado en exceso y merecemos otro punto de vista. Seguro que es igual
de increíble que el anterior, pero a qué negarlo, más divertido. A partir de
ahora, cuando vuelva a cruzarme con aquel Antiguo Testamento que tantas
aventuras ofrecía, lo releeré de otro modo, con otra perspectiva. Probablemente
no alcance con mis dudas el Paraíso, pero qué más dará si Caín de manos de
Saramago nos ha ofrecido La Gloria de una extraordinaria narrativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario