sábado, 14 de julio de 2018


Caín

Siempre me ha llamado la atención el relato de la Creación por poco o muy creíble que resulte. Supongo que el hecho en sí de aparecer vestida de leyenda o cuento ha contribuido a ello. No sé. La cuestión es que una vez que tras la firma de Saramago aparece el más villano de los villanos, el fratricida primigenio, el menos querido por Dios, la solidaridad hacia él se  abre paso. Y a través de las letras de don José empiezas a descubrir el modo en el que el infortunio se viste de racionalidad para darle a Caín cuerpo de crédito real, cercano, humano. Resulta sumamente atractivo el hecho de ver cómo si de un preevangelista se tratase se reescribe la historia y deja de ser sagrada para convertirse en apócrifamente real. La lógica del pensamiento cainita se nos va mostrando en paralelo a las contradicciones de un dios tan variopinto como contradictorio. Cruel como si el más férreo de los fiscales estuviese bajo su túnica y así se nos mostrase. Caín, que porta sobre sí el estigma del mal, acaba mostrándose como el más racionalista que deja al Supremo sin argumentos más allá de su omnipotencia. Y todo esto con los barnices hilarantes del descrédito que Saramago saca a la palestra para derrumbar creencias ciegas. Este protagonista, este condenado al mal, acaba apareciendo como el procreador de estirpes  y desfacedor de entuertos en un viaje paralelo a la senda del dogma.  No deja títere con cabeza en esta travesía precristiana y supongo que con ello se traza una ruta paralela por la que llevar a todas las tribus creyentes. De los acomodaticios, obedientes, resignados, pobladores del Paraíso, nada se sabe ni falta que hace. Esta muestra irreverente deja bien a las claras sus intenciones desde el principio y creo que debería plantearse como optativa en cualquier currículo que se precie. Daríamos con ello una visión más inteligible de los designios que tantas veces nos suenan a chanzas. Lo más probable sería que alguna hoguera se ofreciese a ser de nuevo al protagonista para convertirnos en churrascos herejes, pero merecería la pena. De tan acostumbrados como nos tienen y quieren en seguir las pautas del pensamiento y del credo, uno empieza a pensar que nos hemos idiotizado en exceso y merecemos otro punto de vista. Seguro que es igual de increíble que el anterior, pero a qué negarlo, más divertido. A partir de ahora, cuando vuelva a cruzarme con aquel Antiguo Testamento que tantas aventuras ofrecía, lo releeré de otro modo, con otra perspectiva. Probablemente no alcance con mis dudas el Paraíso, pero qué más dará si Caín de manos de Saramago nos ha ofrecido La Gloria de una extraordinaria narrativa.  

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