Tarjetas
negras
Ahora que
el Mundial de fútbol está llegando a su fin insisten en hacerse un hueco. Como
si sintieran envidia de las rojas o de las amarillas, las tarjetas negras
reclaman su espacio, y visto lo visto, parece ser que lo consiguen. Ya tuvieron
su protagonismo en la época reciente en la que se encargaron de vaciar las
cajas en el doble sentido de la expresión y la epidemia continúa. Esta vez, en
un campo de juego diferente al habitual. Me refiero al rectángulo verde en el
que patear balones. Esta vez, la cancha de juego era un prostíbulo. No voy a
entrar a debatir el tema de la existencia o no de dichos lugares. Me limitaré a
expresar mi sorpresa ante el hecho de dilapidar quince mil euros en una
tarde-noche movida, sin duda. Según ha transcendido, una fundación andaluza
para desempleados decidió poner en manos de unos crápulas ese montante
económico para que lo gastasen como dios les dio a entender. Se tomaron al pie
de la letra la sentencia que hablaba de nacer del polvo y regresar a él, pero
eso sí, pagando otros. Y todo por culpa de las dichosas tarjetas enlutadas que
tan camufladas parecen tener su existencia. Carezco de parámetros con los que
medir o cuantificar tal inversión. No sé si los emolumentos fueron excesivos o
los sátiros estaban demasiado necesitados. De lo que no me cabe duda es del
hecho de volver a comprobar cómo vuela el dinero ajeno cuando tú eres el
encargado de aventarlo sin ningún escrúpulo. Y ahora, qué queda. Decirle al
parado que se mueva en busca de trabajo que ellos saben de qué están hablando.
Reponer el dinero y saltar del cargo inmediatamente soportando el bochorno del
mejor modo posible. Seguir como si nada hubiera pasado a la espera de otro
nuevo desfogue a costa ajena. Mirar hacia otro lado, quizá hacia la costa, para
ver desembarcar nuevas y posibles carnes de neón. No sé cuál será la opción más
recomendable. En base a todo ello no puedo quitarme de la cabeza aquella máxima
que decía que si querías saber quién era una persona solamente deberías darle
un cargo y ya te lo demostraría. Si
además de ello le dejas un arma cargada, rectangular, negra, con libre
disposición de fondos públicos, entonces te enterarás mucho antes de lo que te
imaginas. Igual alguien explicó apócrifamente el Antiguo Testamento y algunos
se lo tomaron como dogma de fe.
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