miércoles, 3 de diciembre de 2014


      El poeta de la esquina de la barra

Llega  con la extrema puntualidad con la que llegan las ilusiones a adueñarse del solitario que sueña con dejar de serlo. La apertura de la persiana le anticipa un nuevo motivo de alegría a quien tantas ha visto escasear en su vida. Sabe que se le ha negado la posibilidad de cumplir tantas veces sus anhelos que se aferra a la última ola que la bajamar le aporta. Esparce sus papeles por encima del mármol que oficia de pupitre y mientras la contempla renace a la vida. Se sabe enamorado de quien le brinda amistad y compasiva sonrisa. Adula desde la sinceridad con el deseo de saciarse en las migajas que la samaritana le legará cada noche a la espera de su partida. Un juego de naipes marcados por los falsos comodines que el alcohol distribuye entre las complicidades que moran distribuidas por el espacio del desencanto. La sabe inaccesible como toda diosa es mientras otorga  privilegios a los elegidos por ella. De nada creen servir los poemas que disemina en su honor que perezosos salen al encuentro de quien sólo les sonríe. Él, impenitente buscador de dichas, no cejará en su empeño por transmitir la pasión que de los ojos arqueados mal disimula. Saldría en defensa de su amada como caballero lanceado por los celos ante el menor de los atrevimientos descorteses. Y lo hará sabiendo que su única recompensa  vendrá de la irada de aquellos ojos que saben a mar. Cuenta las horas desde la pena de verlas pasar por saberlas secuestradoras  de sus instantes felices. Ha multiplicado por cero las miles de declaraciones que las madrugadas han pregonado y las ha lanzado a las canteras del llanto para solidificar su muralla indefensa. Será el primero de los últimos en dejarse abatir por las frías noches que del sur le lleguen. Ha asumido su papel desde el margen que emborrona con los dibujos del ángel custodio que le niega purgatorios. Y mientras la hora del adiós se aproxima, vuelve a tararear el estribillo que tan suyo ha hecho en el que se repite a trío un “son ilusiones, ¡qué más me da!”   Si bajáis a su morada, sed prudentes. Lo encontraréis como siempre apoyado en el sueño imposible, trazando el guión de una nueva historia con la que conjugar una vida que siempre quiso y nunca tuvo. No le tengáis compasión. Ha sabido del sabor del amor y en él sigue todas las noches de todos los fines que saben a principio.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario