lunes, 1 de diciembre de 2014


      El callejón de  San Nicolás

La semana comienza para ella con la devoción que se cuadra en  la Calle de Caballeros en pos del deseo a pedir por parte de las desesperaciones, de las promesas, de las ilusiones. Desprovistas de nada que no sea la fe, las imágenes vivas de la creencia acudirán a solicitar la intercesión del santo en aras a la consecución de sus sueños y  alumnos en vísperas de exámenes, dolientes en busca de sanación, rehabilitados en busca de la rapidez que no llega, ignorarán su presencia. Y allí, en la fila sangrante que la escasez ordena estará ella como todos los lunes. Nadie diría que la necesidad vivió pegada a su piel y nadie negaría a la limpia mirada la correspondiente sonrisa que le llega por remite. Acuna su torso sobre la pared diestra que el callejón ofrece dejando atrás a los adoquines que otrora pisaran noblezas refugiándose tras la máscara descarnada de la caridad. Verá  pasar las ignorantes sombras que la niegan mientras un vaso de cartón asume el papel de buzón olvidado. Asombra el contemplar la viveza de su azules cuando se cruzan con los tuyos sin parpadear. No, no esparce quejidos lastimeros porque la gratitud no necesita de otros acicates que no sean la justicia que le es negada. No quise ni querré hurgar en los motivos que no merezco conocer y  catapultaron a tal isla solitaria. Poco importará que su manga mengüe ante el hecho consumado de borrar los callos formados por agujas de sueños imposibles que quedaron en el desván del despertar. Allí, esperando a un metro del atrio santificado, permanecerá mientras las huellas venidas a buscar mejores remedios sigan ignorando mayores penurias que las suyas. Su coquetería le hará seguir trenzando sus nieves atadas a la goma olvidada por otras sienes que la dieron por perdida. Y desde la conformidad escuchará las pláticas que de las casullas lleguen a las oraciones interrumpidas en los altares enfilados. Poco habrá que le consuele más que dar con su silencio un aplauso al cinismo que proclama lo que a ella se le niega, Verá caer la tarde y con ella mudará su nido a otros lares en los que la caridad le resulte igual de esquiva. Verá recoger el carretón de las jaculatorias de la entrada. Verá refugiarse sobre las aceras a aquellos que buscaron consuelos y consuelos cargan. Seguirá preguntándose sobre los méritos que otorgaron santidades y cuando alguien  intente exponerlos a modo y manera de cobro por su limosna, fingirá prestarles atención, fingirá su dolor, fingirá ser inmune.

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