Usted
lo que quiere es que le coma el tigre.
O en este caso, el león. Pues
sí, parece ser que un aguerrido señor vestido de comando se ha decidido y ha
querido demostrar al mundo su valor, su
dominio de la doma felina, su pericia en el manejo de las fauces zoológicas. Y a tal efecto, creyéndose Tarzán
sin taparrabos, ha saltado la valla del refugio carcelero sin liana de por
medio del rey de la selva buscando su compañía. Quizás en su tierna
infancia escuchó aquel milagro que protagonizó un santo y que ha vuelto a mi
memoria. Parece ser que paseando por el bosque, oyó gemir a un león que tenía
una espina clavada en sus garras. Armado con la fe, se acercó, la arrancó y de
deseó buena recuperación. Años después,
este león pasó a trabajar de matarife en el circo romano y a punto de
degustar las carnes que a modo de kebab
las arenas del césar le ofrecían, reconoció a su benefactor y lo rechazó
como almuerzo. Vale, demos por válida tal opción, si la fe la promueve. Pero
sea usted razonable, buen hombre, y piense que aquellos milagros ya no abundan.
Deje de considerar a la fiera como un descendiente de Simba por más que adorase
tal musical. Pare usted de lanzar los dados sobre el tablero del Jumanji al que
sus deseos han embarcado inconscientemente. Sea razonable, buen hombre, por más
que algún hortera famosillo de turno haya mostrado en el papel cuché la
inofensiva convivencia que gatos de tales dimensiones pueden ofrecer. Si sus apetencias son irrefrenables, busque algún puesto de
domador en los circos que ya empiezan a elevar sus carpas navideñas. Allí, al
menos, el látigo, el bastón, el griterío
infantil y los focos acudirán en su ayuda. Además no será necesario que luzca
ese uniforme de boina verde que más
parece el Capitán Tan sin Valentina ni Locomotor chiripitifláuticos de nuestra
niñez. De cualquier forma, sospecho que no me hará caso así que en un último
intento de entrarle en razones le recomiendo que escuche la canción
titulada “Compay Antón” en la que el gran Johnny Pacheco acompañado
de Melón aconsejan sobre el modo de
librarse de tales peligros. Aunque, amigo mío, creo que usted lo que realmente
desea es que le coma el tigre; bueno, en este caso, el león ¡ Buena suerte para
usted o buen provecho para la fiera!
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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