sábado, 3 de junio de 2017


Aquella alineación del 66

Araquistain, Pachín, De Felipe, Zoco, Sanchís, Pirri, Velázquez, Serena, Amancio, Grosso y Gento.  De memoria me la sabía. Eran tiempos en los que el valor de un escudo no estaba sometido a los vaivenes del mercado y un jugador era de un equipo de por vida. Y con esos jugadores toda una retahíla de admiradores que apostábamos por ellos como señuelos de identidad. Ocho años en los que desde el Bar de Urbano, sobre las sillas de railite azules, una pantalla de pocas pulgadas en blanco y negro nos retransmitía las grandezas y las decepciones de nuestro equipo favorito. Eliminatorias de la Copa de Europa en las que el Inter de Milán, el Benfica, el Ajax o alguno más se encargaban de ponerte en el cadalso como reo de un deseo pocas veces cumplido. Menos aquella tarde en la que Amancio y Serena dieron la vuelta a un marcador adverso y a ritmo yeyé consiguieron que un balón de plástico llevase sus rostros impresos como muestra de gloria aprehendida. Quedó en la memoria más allá de decepciones posteriores en las que algún despiste frente al Liverpool nos privase de la séptima. En las que el valor de los goles en campo contrario evitase que la Quinta del Buitre coronase su leyenda. En las que  los sempiternos alemanes truncasen el paso a las finales. Decepción tras decepción que tuvieron su punto y aparte frente al equipo de la Juventus en aquella final escasa de goles y pródiga en  satisfacciones. Hoy, como si la historia se ofreciese de nuevo, de nuevo, aquel enfrentamiento. Quien era santo y seña turinés, dirige al Madrid y ambas escuadras saben que disponen de noventa o ciento veinte minutos para esculpir de nuevo su nombre entre los grandes.  Todo ha cambiado y sin embargo todo se reduce a los mismos sentimientos. Quizás la edad me predisponga a buscar cierta ecuanimidad en los planteamientos más o menos acertados, en las virtudes de un equipo y los defectos del otro. Lo que no deja lugar a la duda es que esta tarde, a eso de las veinte treinta, de nuevo las sillas se volverán a  vestir de azul y aquella efemérides renacerá  para bien o para mal. Cincuenta y un años de tránsito dan para mucho y sé que mañana no habrá posibilidad de volver a patear un balón de plástico con los rostros de los elegidos para la gloria como sucedió entonces.  Ha llegado el momento del equilibrio y por encima de las pasiones por unos colores lo que más me seduce es el sabor a buen fútbol.  Si lo lleva a cabo el Madrid, mi Madrid, me alegraré sobremanera; si lo ejecuta la Juventus, aplaudiré a un equipo que habrá demostrado merecerlo. Creo que definitivamente dejé de ser un forofo para convertirme en un apasionado del buen fútbol y en esa esperanza permaneceré toda la tarde.  Vamos a tomar posiciones  por si se nos hace la hora y nos pilla despistados.

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