Aquella alineación del 66
Araquistain, Pachín, De Felipe, Zoco, Sanchís, Pirri,
Velázquez, Serena, Amancio, Grosso y Gento.
De memoria me la sabía. Eran tiempos en los que el valor de un escudo no
estaba sometido a los vaivenes del mercado y un jugador era de un equipo de por
vida. Y con esos jugadores toda una retahíla de admiradores que apostábamos por
ellos como señuelos de identidad. Ocho años en los que desde el Bar de Urbano, sobre
las sillas de railite azules, una pantalla de pocas pulgadas en blanco y negro
nos retransmitía las grandezas y las decepciones de nuestro equipo favorito.
Eliminatorias de la Copa de Europa en las que el Inter de Milán, el Benfica, el
Ajax o alguno más se encargaban de ponerte en el cadalso como reo de un deseo
pocas veces cumplido. Menos aquella tarde en la que Amancio y Serena dieron la
vuelta a un marcador adverso y a ritmo yeyé consiguieron que un balón de
plástico llevase sus rostros impresos como muestra de gloria aprehendida. Quedó
en la memoria más allá de decepciones posteriores en las que algún despiste
frente al Liverpool nos privase de la séptima. En las que el valor de los goles
en campo contrario evitase que la Quinta del Buitre coronase su leyenda. En las
que los sempiternos alemanes truncasen
el paso a las finales. Decepción tras decepción que tuvieron su punto y aparte frente
al equipo de la Juventus en aquella final escasa de goles y pródiga en satisfacciones. Hoy, como si la historia se
ofreciese de nuevo, de nuevo, aquel enfrentamiento. Quien era santo y seña
turinés, dirige al Madrid y ambas escuadras saben que disponen de noventa o
ciento veinte minutos para esculpir de nuevo su nombre entre los grandes. Todo ha cambiado y sin embargo todo se reduce
a los mismos sentimientos. Quizás la edad me predisponga a buscar cierta
ecuanimidad en los planteamientos más o menos acertados, en las virtudes de un
equipo y los defectos del otro. Lo que no deja lugar a la duda es que esta tarde,
a eso de las veinte treinta, de nuevo las sillas se volverán a vestir de azul y aquella efemérides renacerá para bien o para mal. Cincuenta y un años de
tránsito dan para mucho y sé que mañana no habrá posibilidad de volver a patear
un balón de plástico con los rostros de los elegidos para la gloria como
sucedió entonces. Ha llegado el momento
del equilibrio y por encima de las pasiones por unos colores lo que más me
seduce es el sabor a buen fútbol. Si lo lleva
a cabo el Madrid, mi Madrid, me alegraré sobremanera; si lo ejecuta la Juventus,
aplaudiré a un equipo que habrá demostrado merecerlo. Creo que definitivamente dejé
de ser un forofo para convertirme en un apasionado del buen fútbol y en esa
esperanza permaneceré toda la tarde. Vamos a tomar posiciones por si se nos hace la hora y nos pilla despistados.
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