lunes, 20 de junio de 2016


1.       Saona

Según tengo entendido, su nombre lo extrae de una cala de Formentera y de ahí se entienden muchas incógnitas que podrían surgir. Por ejemplo, el azul que enmarca su nombre en mitad del asfalto como reclamo de solaz y brisa marina; por ejemplo el tapizado arenoso de sus sillas que invitan a cerrar los ojos e imaginar el vaivén de las olas a la caída de la tarde; por ejemplo el buen rollo que se respira cada vez que consigues acceder a cualquiera de sus ensenadas diseminadas por toda la ciudad. En ella vas a encontrarte con un personal que da la sensación de ser uno más entre los que acudimos a ellos. Lejos de engolamientos propios de quienes miran por encima del hombro, se hacen cercanos y te tienen ganada la partida antes de empezarla. Pareciera que han podado el ficus bajo el que se diseminan sus mesas marineras para que la sombra ocupase el lugar justo sin impedir la visión de la magnificencia que la rodea. Poco importará si de las proximidades llegan proclamas de todo tipo por parte de aquellos que buscan hacerse oír. Allí, camuflada y a la vez dejándose ver, asomará como oasis samaritano a ofrecerte compañía. No hay prisa; ni se necesita, ni se pide, ni se la invita. Es tu tiempo y así lo entienden aquellos que enfundados en el crema de sus perneras no están dispuestos a acelerar el reloj de tu visita. Y quizás debería omitir el carácter de visitante hacia quienes somos partícipes de su hospitalidad porque la cercanía nos bautiza como algo más. De modo que aquellos que somos saonadictos no tenemos necesidad de reivindicar especiales atenciones porque todas ellas son compartidas. Han establecido un nuevo concepto de restauración y van marcando una ruta a todos aquellos que permanecían inmersos en cánones del pasado. Han conseguido que cada vez que el deseo de probar algo distinto aparece, un reclamo de verdad acuda a ti, y regreses. Reconozco que no me mueve la imparcialidad, lo reconozco. De cualquier forma, si alguien está suponiendo que exagero, no tiene más que acudir, si puede a la Plaza de la Virgen, preguntar por Fede y ya me dará la razón. No será necesario que diga que va de mi parte; cada quien que aparezca  se convertirá en  saonadicto desde ese mismo momento y será partícipe de estas mismas sensaciones.

Jesús(defrijan)   

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