jueves, 2 de junio de 2016


1.       Corredores, ciclistas, paseantes, saltimbanquis, …..

Y algún espécimen más que se me escapa son los que a medida que la tarde llega aparecen de las veredas del asfalto y ocupan el cauce. Quizás debería incluirme, aunque la no asiduidad constante, me hace apartarme a un lado. Lo cierto y verdad es que aquel reclamo que pedía un verde corredor seco de aguas desviadas al Plan Sur, ha surgido como fontana saciante de deseos de ponerse en forma y ello sigue. Por hábito acabo comprobando que las horas se distribuyen con arreglo al fin de la jornada laboral. Los hay más prefacios y los hay más epílogos; los hay más equipados y los hay conjuntados tras un atuendo publicitario;  los más enérgicos y los hay más pausados; los hay con perro y los hay huérfanos de ellos; los hay de todos los colores y ritmos. Hasta el punto de que aquello que en años fuese un páramo olvidado se ha convertido en una autopista de pulsaciones a tope de ocupación. De modo que si tienes la infeliz idea de hacerte acompañar por las melodías del mp3 lo más probable es que tu aislamiento conduzca a ser un objeto móvil en constante peligro o que tú mismo seas el peligro para otros. A todo lo anterior añadamos el paso de quienes no optan por el deporte pero buscan el acceso a la otra parte sin pasar por semáforos y ya el tumulto está asegurado y la adrenalina dispuesta a salir al torrente sanguíneo. El perro que ha conseguido liberarse de sus amarres no entenderá de cedas el paso. El niño que da sus primeros pasos en bici sin pedales, se sentirá como futuro motero y quemará ruedas a su antojo. L os corredores buscarán entre los pinos la meta del Maratón diario en grupo como si el Serengueti valenciano necesitara de su diario paso. Los ciclistas más intrépidos soñarán que disputan al sprint el final de una etapa en el Tourmalet  azaharado. Los pegapedaladas  bastante tendremos con sortear cualquier obstáculo y salir ilesos. Y de cuando en cuando los timbales africanos lanzarán al viento sus mensajes  entre las milenarias piedras que algún parkour  principiante saltará huyendo de su propio miedo a partirse la crisma. En definitiva, un maremágnum de disciplinas a las que añadir a los entrenadores personales poniendo manos a la obra en convertir fofas carnes en turgentes músculos. Añadamos al colofón de este estadio olímpico a los guerreros nórdicos  liándose a mamporros entre sí en un torneo sin caballos que ya hubiese soñado  para su ejército Braveheart. Sea cual sea la disciplina elegida, amigos míos, tendréis un hueco, mínimo, eso sí, para practicar lo que más os apetezca. Si el deporte no es lo vuestro, sentaos en cualquier tronco caído, quedaos en cualquier pérgola recién podada y disfrutad del espectáculo; las representaciones son diarias y el  precio merece la pena.   


Jesús(defrijan)

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