lunes, 6 de junio de 2016


1.       Sólo faltó el Seat 1430

Como en aquellas películas de los albores de la democracia en las que se sacaban a relucir las virtudes del  “mangui” de turno, sólo faltó ese mítico coche que tantas persecuciones protagonizó. Era como si a ritmo de rumba chicha el pasado quisiera hacerse un hueco, volver a ponernos plataformas, cuellos anchos, varios colgantes sobre la pechera y sacarnos a escena. De modo  que lo que iba a ser una despedida de la semana laboral y una bienvenida  al fin de semana tan habitual desde el Club de los Viernes, acabó desbarrando. La tertulia que jamás planeamos giraba en torno a no sé qué motivo y las proclamas peperas, podemistas, socialistas, y demás se salteaban de un lado al otro de la barra mientras las viandas ejercían de ujieres solícitas ante el ágape festivo. Sin saber de dónde ni cómo, un individuo al que nadie conocía se nos sitúa cerca y convirtiéndose en el máximo exponente de la erudición nos bautiza con una serie de soflamas que nadie entendía y nadie había solicitado. Hacía valer ante todos su valor como currante inmemorial y al ver que nadie se hacía eco de sus méritos, aumentó el volumen de su discurso. Y fue cogiendo fuerza y bravura escudado tras un café del tiempo, o lo que fuera aquello que tomaba.  Un “nota” que ya hubiese querido para sí como extra José Antonio de la Loma  en alguna de las películas en las que el final se prevé en la sala de juicios camino del penal. Aquel  “elemento”, a lo suyo. Insultos alusiones a la familia, y el ecualizador de su garganta a punto de estallar. Por un momento “El Vaquilla” cobró cuerpo y regresamos los argumentos comentados. Evidentemente, buscaba algo más allá de la atención de un auditorio mínimo que lo ignorábamos. Subía y subía el tono y la llamada nacida del miedo tecleó Las cifras del s.o.s.  A los breves minutos aparecieron  y con toda la profesionalidad que ya hubiese querido para sí el teniente Furilo  de “Las calles de San Francisco”, tomaron nota de lo allí acaecido. Así que entre pitos y flautas, la sepia se enfrió, el caldo de las clóchinas se desparramó por el suelo, las anchoas perdieron textura, los tomates de El Perelló se ablandaron y el remake de “Perros callejeros”  se grabó en directo.  Justo en ese momento, alguien propuso dar por concluida la tarde y otros propusimos confeccionar una lista de películas que hiciesen mención al guion presenciado. Mientras, debatíamos en una terraza la banda sonora y todos dimos por buena la edición de un doble cd. A escasos metros  pudimos comprobar a través de las rejas que se apuntaron al atrezo  el paso de un Seat 1430, motor 1600, que petardeaba a gusto en el silencio de la noche. Desde dentro se escuchaba  “Libre, libre quiero ser, quiero ser, quiero ser libre” y todo hicimos los coros.   

Jesús(defrijan)

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