1.
¡Qué pereza!
Quizá falta algún añadido para que tal expresión sea
absolutamente inteligible. Puede que si le agregásemos un apéndice del estilo “me da”, “siento”, “me provoca”,…podría
completarse para dejar clara respuesta a quienes se empeñan en imposibles. Llega
un momento en la vida en el que la marcha acelerada del reloj te anima a dejar
de lado todo aquello que ni merece ni precisa explicaciones. Sobre todo cuando
las explicaciones van a topar contra un muro de hormigón alzado por aquellos
que las piden pero no están dispuestos a asumirlas si difieren de las que ellos
mismos han elaborado. De nada servirá tu empeño de hacer entender a quien no está dispuesto a salir de la duda. Da igual
que se trate de un candidato en busca de votos, de un vendedor en busca de
clientes, de un profesor en busca de alumnos aptos, da igual; ninguno de los
receptores que no esté inmerso en la recepción de argumentos las aceptará. Lo
que no resulta admisible desde ningún punto de vista es el intento de darle la
vuelta a la moneda para cambiar de roles y convertirte en lo que no eres.
Resulta, sencillamente, penoso. Y entonces te quedan como recursos la
insistencia una y otra vez y cuando nada resuelves, lanzas la expresión del
principio, ¡qué pereza! Por eso lo mejor es evitar la furia que provocaría una
reacción intempestiva y seguir tu camino. De los guiones que la vida diaria
diseña la misma vida se encarga de
revelarlos y en la mayoría de los casos suelen ser tragicómicos. Todo es tan
sencillo como elegir entre querer ver o
querer imaginar lo que acontece a tu alrededor. De hecho, el cine ya se ha
encargado de sacar a la pantalla esos bocetos en los que las vidas ajenas son
espiadas, las emociones ajenas son envidiadas, los fracasos ajenos son
compadecidos y lo éxitos ajenos tomados como propios. No obstante conviene recordar que cualquier
película que sobrepase el metraje de proyección
resulta un muermo y las contadas excepciones son eso, excepciones. Sea
como sea, y aunque no soy amigo de dar consejos a nadie que no me los pida, por
lo que a mí respecta, nadie, repito, nadie, insisto, nadie, va a cambiar mi
propio guion. Es tan sencillo de entender que con un poco de voluntad se logra
a nada que se quiera. Por supuesto, tampoco voy a intentar, bajo ningún
concepto cambiar el guion de nadie, y simplemente, si me aburre, cambiaré de
canal exclamando por última vez ¡qué pereza!
Jesús(defrijan)
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