viernes, 17 de junio de 2016


1.       ¡Qué pereza!

Quizá falta algún añadido para que tal expresión sea absolutamente inteligible. Puede que si le agregásemos  un apéndice del estilo  “me da”, “siento”, “me provoca”,…podría completarse para dejar clara respuesta a quienes se empeñan en imposibles. Llega un momento en la vida en el que la marcha acelerada del reloj te anima a dejar de lado todo aquello que ni merece ni precisa explicaciones. Sobre todo cuando las explicaciones van a topar contra un muro de hormigón alzado por aquellos que las piden pero no están dispuestos a asumirlas si difieren de las que ellos mismos han elaborado. De nada servirá tu empeño  de hacer entender a quien  no está dispuesto a salir de la duda. Da igual que se trate de un candidato en busca de votos, de un vendedor en busca de clientes, de un profesor en busca de alumnos aptos, da igual; ninguno de los receptores que no esté inmerso en la recepción de argumentos las aceptará. Lo que no resulta admisible desde ningún punto de vista es el intento de darle la vuelta a la moneda para cambiar de roles y convertirte en lo que no eres. Resulta, sencillamente, penoso. Y entonces te quedan como recursos la insistencia una y otra vez y cuando nada resuelves, lanzas la expresión del principio, ¡qué pereza! Por eso lo mejor es evitar la furia que provocaría una reacción intempestiva y seguir tu camino. De los guiones que la vida diaria diseña  la misma vida se encarga de revelarlos y en la mayoría de los casos suelen ser tragicómicos. Todo es tan sencillo como elegir entre  querer ver o querer imaginar lo que acontece a tu alrededor. De hecho, el cine ya se ha encargado de sacar a la pantalla esos bocetos en los que las vidas ajenas son espiadas, las emociones ajenas son envidiadas, los fracasos ajenos son compadecidos y lo éxitos ajenos tomados como propios.  No obstante conviene recordar que cualquier película que sobrepase el metraje de proyección  resulta un muermo y las contadas excepciones son eso, excepciones. Sea como sea, y aunque no soy amigo de dar consejos a nadie que no me los pida, por lo que a mí respecta, nadie, repito, nadie, insisto, nadie, va a cambiar mi propio guion. Es tan sencillo de entender que con un poco de voluntad se logra a nada que se quiera. Por supuesto, tampoco voy a intentar, bajo ningún concepto cambiar el guion de nadie, y simplemente, si me aburre, cambiaré de canal exclamando por última vez ¡qué pereza!  



Jesús(defrijan)

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