jueves, 30 de junio de 2016


1.     Viajar acompañado

Se ha opuesto de moda y me da que esta vez no será una moda pasajera. Me estoy refiriendo al hecho de compartir viaje con  personas desconocidas que gracias a las redes sociales se hacen próximas y se sientan a tu lado. Atrás quedaron los años de autoestop en los que cualquier apariencia más o menos lastimera ayudaba a ser transportado por el conductor de turno que se apiadaba de la soledad en aquellas cunetas. Solía triunfar el uviforme de militar en periodo de milicia y en alguna otra ocasión el de estudiante con pocos recursos. A cambio del traslado no se permitía el silencio durante el trayecto y salían a la luz del salpicadero todos los datos personales del transportado. Si se hacía una parada, el café de rigor, o el carajillo, o el sol y sombra, también corría por cuenta del San Cristóbal que se había dignado a llevarte y aquello pasaba a convertirse en una experiencia más. Pero los tiempos fueron cambiando de forma dylaniana y hete aquí que ahora vuelven a cambiar con las debidas actualizaciones. De modo que, según me han comentado, caso de tener un vehículo en buenas condiciones, un perfil con todos tus pormenores y un escaso miedo a los desconocidos, puedes, de la noche a la mañana, convertirte  en uno más. Así que aquí me hallo con la duda shakesperiana de qué hacer. O convertirme en un taxi driver con arrojo en mis horas libres con deseos de viajar o en seguir siendo un automovilista consciente y algo perezoso a innovaciones. Reconozco que soltar hebra de cháchara en mitad  de las autovías igual no me resulta apetecible. Someter a un tercer grado a los incautos que traspasen las puertas del vehículo, como que me sabe mal. Atiborrar el maletero con mochilas y maletas como si fuera un low cost terrestre, no sé, no sé. Pero lo que más me hace dudar es el hecho de someter a mis posibles contertulios del asfalto a la música anclada en mis gustos que sin duda no serán los suyos. Me lo pensaré, en cualquier caso. Prometo no tapizar de leopardo los asientos y como mucho dejar a Haitiare, mi sugestiva hawaiana del salpicadero, seguir bailando a ritmo de rayos de luz. Nada, decidido, voy a alistarme, quiero decir, voy a crearme un perfil. Ahora sólo me resta diseñar una ruta y que sea lo que los octanos quieran. Por cierto, el ambientador huele a pino; más que nada para seguir oliendo al monte que tanto echo de menos.

 

Jesús(defrijan)   

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