El
Gran Combo de Puerto Rico
Meses
hacía que el cartel anunciador anticipaba la actuación de esta orquesta de
tanta solera. No me lo pensé y estuve pendiente del lugar y el espacio exactos
para dar cumplida cuenta del hecho de ser testigo de semejante espectáculo. Y
todo rodaba sobre ruedas hasta la misma víspera. Las entradas en mi poder y el
deseo de acudir a pesar de las intempestivas horas de comienzo. De modo que
traspasadas las tres de la madrugada aparecieron sobre el escenario
convenientemente uniformados de negro para dar ese toque de elegancia que
suelen llevar los músicos en vivo. Únicamente el director se permitía vestir de
blanco y acompañar al movimiento de sus falanges con sorbitos sucesivos de
aguardiente que buscaban aclarar la voz. Sin más preámbulos “Me liberé” saltó
por la catarata del escenario hacia la platea y los sillones cedieron suelo a
los danzantes espectadores. “Brujería”, “Aguacero”, “No hago más ná” y todo el
repertorio suficientemente coreado por todos fue abriendo la madrugada en aquel
aquelarre de fronteras que se sentían como en casa. Los pasillos se enmoquetaron
de pasos a ritmo de guaguancó y era difícil sustraerse a los que el trío de cantantes
exhibía tras los micrófonos. Tras ellos, los cueros, los timbales, los metales
fundían melodías con una perfección exquisita y las sucesivas vaderas ascendían
solicitando autógrafos y sellos de “yo estuve aquí” Madres entradas en años acompañadas de sus
hijas volvían a revivir juventudes de antes
de cruzar el charco en busca de futuro y un sinfín de alumnos de academias de
baile exhibían sus progresos. “El trampolín” y “Arroz con habichuelas” seguían
surtiendo de coros a la sala y todo fue despuntándose a lo largo de la hora larga
en la que su entrega fue total y comparable
a la de los amantes de esta música llamada salsa. Poco importaba que el cambio
de localización que nos llevó a varios kilómetros no previstos en la ruta inicial. Poco
importaba que la cantante telonera ganadora de no sé qué concurso desafinase en
exceso alargando la espera de la magna actuación. Todo se dio por bueno al conseguir
ver en vivo a un Combo que detrás de sí lleva un sello de historia musical. Al
ir hacia la calle pude observar a la señora mencionada secarse el rostro y no
por culpa del sudor. Más allá, Erika y Alcíades, cargaban sobre sus pasos colombianos
una mochila de satisfacción camino de Teruel. Sólo por esto, ya mereció la
pena. Ahora únicamente me queda aprender a bailar como quienes llevan el ritmo
en sus genes.
Jesús(defrijan)
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