lunes, 17 de octubre de 2016


El Gran Combo de Puerto Rico

Meses hacía que el cartel anunciador anticipaba la actuación de esta orquesta de tanta solera. No me lo pensé y estuve pendiente del lugar y el espacio exactos para dar cumplida cuenta del hecho de ser testigo de semejante espectáculo. Y todo rodaba sobre ruedas hasta la misma víspera. Las entradas en mi poder y el deseo de acudir a pesar de las intempestivas horas de comienzo. De modo que traspasadas las tres de la madrugada aparecieron sobre el escenario convenientemente uniformados de negro para dar ese toque de elegancia que suelen llevar los músicos en vivo. Únicamente el director se permitía vestir de blanco y acompañar al movimiento de sus falanges con sorbitos sucesivos de aguardiente que buscaban aclarar la voz. Sin más preámbulos “Me liberé” saltó por la catarata del escenario hacia la platea y los sillones cedieron suelo a los danzantes espectadores. “Brujería”, “Aguacero”, “No hago más ná” y todo el repertorio suficientemente coreado por todos fue abriendo la madrugada en aquel aquelarre de fronteras que se sentían como en casa. Los pasillos se enmoquetaron de pasos a ritmo de guaguancó y era difícil sustraerse a los que el trío de cantantes exhibía tras los micrófonos. Tras ellos, los cueros, los timbales, los metales fundían melodías con una perfección exquisita y las sucesivas vaderas ascendían solicitando autógrafos y sellos de “yo estuve aquí”  Madres entradas en años acompañadas de sus hijas  volvían a revivir juventudes de antes de cruzar el charco en busca de futuro y un sinfín de alumnos de academias de baile exhibían sus progresos. “El trampolín” y “Arroz con habichuelas” seguían surtiendo de coros a la sala y todo fue despuntándose a lo largo de la hora larga en la que su entrega fue total y  comparable a la de los amantes de esta música llamada salsa. Poco importaba que el cambio de localización que nos llevó a varios kilómetros  no previstos en la ruta inicial. Poco importaba que la cantante telonera ganadora de no sé qué concurso desafinase en exceso alargando la espera de la magna actuación. Todo se dio por bueno al conseguir ver en vivo a un Combo que detrás de sí lleva un sello de historia musical. Al ir hacia la calle pude observar a la señora mencionada secarse el rostro y no por culpa del sudor. Más allá, Erika y Alcíades, cargaban sobre sus pasos colombianos una mochila de satisfacción camino de Teruel. Sólo por esto, ya mereció la pena. Ahora únicamente me queda aprender a bailar como quienes llevan el ritmo en sus genes.



Jesús(defrijan)   

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