jueves, 20 de octubre de 2016


La conjura de los necios

Tras años de tertulias amigables en las que coincidir en la opinión sobre una lectura que se nos atragantaba, llegó su “lo acabé y me encantó”. Ya haré referencia en otro momento al libro en cuestión. Pero lo que más me llamó la atención fue el título del que mi amigo estaba leyendo. Así que tardé pocos días en hacerme con el ejemplar y lo primero que me llamó la atención fue la ilustración de la portada. Me sonaba a personaje conocido, como así comprobaría a lo largo de su lectura. La  cuestión estuvo en que nada más leer la ficha biográfica del autor, sentí tal pesar que creí necesario rendirle homenaje como lector compasivo. Eso y el saber que un suicidio a temprana edad lo llevó a desistir de publicar esta novela que acabaría siendo premio Pulitzer. Para colmo,  el prólogo hablaba de cómo tras la visita de su madre a la rectoría e la universidad cercana, la insistente señora consiguió que la novela de su difunto hijo fuese leída y criticada. Aún no he podido olvidar la cara de asombro del profesor al que imaginaba degustándola entre muecas de asombro. Fue publicada y automáticamente me hice fan absoluto de Ignatius, el protagonista. Un ser indefinible salvo si tenemos en cuenta sus múltiples esfuerzos para vivir sin dar un palo al agua, al que su madre todo se lo consiente, y que es objeto de fijación enfermiza por parte del policía que busca en él los méritos para un ascenso. La peripecias se van sucediendo y el disparate continuo de acciones protagonizadas por compañeros de viaje de Ignatius J. Reilly acaban dando forma a una obra antológica, divertida, surrealista e imprescindible para cualquier lector. Por todo ello, cuando el avispado actor-director llamado Santiago Segura, desplegó la primera entrega de su saga torrentera, supe que la pantalla acababa de adquirir para el celuloide la versión nacida de las manos de  John Kennedy Toole. Pequeños cambios en el atrezo y algunas variaciones en los roles de los personajes cinematográficos con el fin de evitar la versión fidedigna escrita. Así que , aquellos de vosotros que tengáis deseos de disfrutar de una lectura sublime; aquellos de vosotros que seáis capaces de disfrutar con una paranoia persecutoria de primer grado; aquellos de vosotros que seáis capaces de sentir admiración por un héroe casposo, perezoso, equilibrista con la suerte y cachazudo, no os la perdáis. Seguro que al acabar de leerla, la comparación os resulta más clara, y ya diréis cuál de las dos versiones es preferible.     

Jesús(defrijan)

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