miércoles, 21 de diciembre de 2016


El mundo se Sofía

No suele ser una lectura de lo más apetecible la filosofía. Parece que el hecho mismo de la reflexión hace que el pensamiento se obture y por tanto renuncie a ese sobreesfuerzo al que se ve sometido. Si a eso le añades el recuerdo de las tardes de viernes de tu lejano bachiller en la que se hacía asignatura, el rechazo viene de mano. Hasta que te das cuenta de que una novela que habla de filosofía ocupa los primeros puestos de ventas y que un tal Jostein Gaarder ha dejado su tarima de profesor para escribirla. Y entonces te preguntas si no merecerá una oportunidad el reencuentro con la misma. Te dejas llevar, te ofreces la redención y abres sus capítulos. Y allí, la trama de una novela de intriga que se teje en torno a una niña preadolescente que recibe cartas de un extraño en las que le lanza preguntas, comienza a desenredar tus dudas que creías perennes. Repasa todas las tendencias que a lo largo de la historia fueron conformando los pensamientos y con ello empieza a abrírsete la puerta del entendimiento de aquello que nubló tus tardes. Un ir de la mano como compañero de Sofía en una aventura tan magníficamente diseñada  apenas necesita de tu atención porque eres cautivo de los giros didácticos de todos ellos. Pasan las páginas y con ellas la evolución del ser humano hacia los cimientos de civilizaciones que no siempre fueron capaces de reconocerlos y aceptarlos. Nada teme más el poder, sea de la época que sea, que a aquellos que son capaces de abrir el pensamiento a los comunes para que dejen de serlo. Y aquí, en esta magnífica obra, se te abren los postigos de las respuestas que creías innecesarias. Has seguido la senda vital que la mayoría emprendió y como tal la creíste válida. Es más, cada vez que observaste al disidente de la misma, lo tomaste por loco y pensaste que el tiempo le aportaría cordura. Craso error. La cordura va ligada siempre a la actuación posterior y reflexiva que tantas pausas precisa y tan pocas se le dan. Parece ser que la filosofía como tal acaba molestando en los currículos y nada mejor que ningunearla para tener a los acomodaticios del séquito aplaudiendo tal idea. Mejor será ganar tiempo leyendo esta novela y después abanicarse con las ideas que allí se explican. Nada volverá a ser igual desde el mismo momento en el que demos por concluida la lectura y ya cada cual será libre de seguir rechazándola o asumiéndola como dogma. Por un momento, y quizás para siempre, el papel de Sofía nos vendrá como anillo al dedo.

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