lunes, 5 de diciembre de 2016


Espartaco



Cada vez que se acerca la fecha me congratulo al comprobar cómo volverá a ser pasada por la televisión de turno. Nada en esta magnífica película es irreprochable desde el punto de vista técnico y emocional. Unas interpretaciones absolutamente creíbles encabezadas por Kirk Douglas como actor protagonista que van dando paso a todas las formas que las emociones visten. Desde la no aceptación del destino injusto al que se ven sometidos los gladiadores a la soberbia del candidato a césar que choca de bruces con la astucia del senador avezado. Desde la caprichosa consorte que ve con desdén el paso de las insumisas esclavas hasta la trampa a la que envían al centurión que busca fama y encuentra ruina. Todo perfectamente planeado desde la batuta de Stanley Kubrick, con un Laurence Olivier majestuoso, una Jean Simmons hermosísima y un  Charles Laughton vistiendo por esta vez una toga de color diferente a las de jurista de otras ocasiones. Y con todos ellos, el mercader protagonizado por Peter Ustinov y el maestro esclavizado de Tony Curtis al servicio del patricio lascivo y ambicioso. En este largometraje el tiempo se hace corto desde los distintos saltos a los que la historia es sometida y con la que el gozo es seguro. No hay tema que quede al margen. La codicia por el mando de una Roma en pleno apogeo, la rebelión de los que están llamados a perecer para divertimento de los altos en la escala social, el rechazo de la esclavitud como norma en una sociedad que usa y abusa de ella. Todo tiene sentido, todo te cautiva, todo te tiene absorto en la butaca desde la que ni las palomitas son bienvenidas por si provocan distracción del hilo argumental. Miradas que hablan de fortaleza, de engaños, de deseos permisibles entonces y castrados en nuestros días, de traiciones, de crucifixiones ejemplares que no buscan convertirse en icono o dogma. Puntos cardinales de la existencia que bajo aquel guión de Trumbo se reviste de esplendor. Por eso resulta cómico y triste el comprobar la aparición de versiones actualizadas en las que el gladiador de turno ni es creíble ni tiene columnas sobre la que mantenerse en pie.  Sed lógicos a la hora de optar. Y si alguien os ofrece el poder visionar el remake de Espartaco, por muy camuflado que esté entre tecnologías actuales, rechazadlo de pleno. Buscad entre las videotecas y seguro que encontráis motivos suficientes para estar de acuerdo conmigo al decantaros por lo sublime. Lo otro, como tantas veces sucede, solo son meras copias que nos hacen perder el tiempo por muchas máscaras que muestre el emperador de turno.  

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