Espartaco
Cada vez que se acerca la fecha me congratulo al
comprobar cómo volverá a ser pasada por la televisión de turno. Nada en esta
magnífica película es irreprochable desde el punto de vista técnico y
emocional. Unas interpretaciones absolutamente creíbles encabezadas por Kirk
Douglas como actor protagonista que van dando paso a todas las formas que las
emociones visten. Desde la no aceptación del destino injusto al que se ven
sometidos los gladiadores a la soberbia del candidato a césar que choca de
bruces con la astucia del senador avezado. Desde la caprichosa consorte que ve
con desdén el paso de las insumisas esclavas hasta la trampa a la que envían al
centurión que busca fama y encuentra ruina. Todo perfectamente planeado desde
la batuta de Stanley Kubrick,
con un Laurence Olivier
majestuoso, una Jean Simmons
hermosísima y un Charles Laughton vistiendo por esta vez una toga
de color diferente a las de jurista de otras ocasiones. Y con todos ellos, el
mercader protagonizado por Peter Ustinov y el maestro
esclavizado de Tony Curtis al servicio del patricio lascivo y ambicioso.
En este largometraje el tiempo se hace corto desde los distintos saltos a los
que la historia es sometida y con la que el gozo es seguro. No hay tema que
quede al margen. La codicia por el mando de una Roma en pleno apogeo, la
rebelión de los que están llamados a perecer para divertimento de los altos en
la escala social, el rechazo de la esclavitud como norma en una sociedad que
usa y abusa de ella. Todo tiene sentido, todo te cautiva, todo te tiene absorto
en la butaca desde la que ni las palomitas son bienvenidas por si provocan
distracción del hilo argumental. Miradas que hablan de fortaleza, de engaños,
de deseos permisibles entonces y castrados en nuestros días, de traiciones, de
crucifixiones ejemplares que no buscan convertirse en icono o dogma. Puntos
cardinales de la existencia que bajo aquel guión de Trumbo se reviste de
esplendor. Por eso resulta cómico y triste el comprobar la aparición de
versiones actualizadas en las que el gladiador de turno ni es creíble ni tiene
columnas sobre la que mantenerse en pie. Sed lógicos a la hora de optar. Y si alguien
os ofrece el poder visionar el remake de Espartaco, por muy camuflado que esté
entre tecnologías actuales, rechazadlo de pleno. Buscad entre las videotecas y
seguro que encontráis motivos suficientes para estar de acuerdo conmigo al
decantaros por lo sublime. Lo otro, como tantas veces sucede, solo son meras
copias que nos hacen perder el tiempo por muchas máscaras que muestre el
emperador de turno.
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