Frases
Adoro las frases. Esas que acuden en rescate de
aquel que se siente perdido ante la multitud expectante a la que debe dar
motivos para creer que han acertado al prestarle atención. Esas que normalmente
se apostillan con el nombre de un digno creador que pocas veces resulta cierto.
Esas que lanzadas al viento con cacofonía adecuada aportan un plus de credibilidad
a los argumentos enviados. Poco importará si el tiempo o la creencia general
acreditan el error de la autoría. Lo verdaderamente válido será sacarlas de tu
bolsillo para mostrarte como el erudito que quieren ver y que no eres. De modo
que hoy, especialmente hoy, y no sé el porqué ni tampoco me interesa demasiado saberlo, quiero desenmascarar a los que
cuelgan de plumas ajenas las citas no dichas. Tal y como dijo Ambrose
Bierce: "Las citas son una manera de repetir erróneamente las palabras de
otro". Así que vamos a ello y que cada quien acepte o no las rectificaciones. Empezaremos por “Conócete a ti mismo”, atribuida a Sócrates y
que nadie ha podido probar. Parece ser que responde a una sentencia del Oráculo de Delfos. “Si por un momento Dios se olvidara de que
soy una marioneta de trapo...”, atribuida a García Márquez que el propio
escritor se encargó de desmentir, y al que le siguen atribuyendo textos ajenos y anónimos. “Perdone, señora, que no me levante”, de Groucho
Marx, que ni es suya ni aparece en su lápida. “Primero vinieron a por los
comunistas, pero como yo no era comunista, no dije nada. Después
vinieron a por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era
ni lo uno, ni lo otro. Después vinieron a por los judíos, y yo no hablé porque
no era judío. Después vinieron por mí, y en ese momento ya no quedaba nadie que
pudiera hablar por mí”, de Bertolt
Brecht, que en realidad se trata de un fragmento de una comprometida
pastoral pronunciada en 1945 por un reverendo protestante holandés llamado
Martin Niemöller. “Algunas veces, un
cigarro solo es un cigarro”, de Sigmund Freud, que nunca fue pronunciada
por él sino por el periodista Wilhelm Dieterle, ironizando sobre las teorías del
psicoanalista. “Ladran, Sancho, luego
cabalgamos”, atribuida a Cervantes, realmente
pertenece a una obra de Miguel de Unamuno titulada Vida de don Quijote y
Sancho. “No estoy de acuerdo con lo
que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”, atribuida
a Voltaire, que perteneces Evelyn Beatrice Hall. Y para concluir con los
desmentidos, “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver…” cuya
autoría se le atribuye a James Dean, cuando realmente
es una frase perteneciente a la película “Llamad a cualquier puerta” (Knock on any door)
de Nicholas Ray. En definitiva, frases que vienen a aportar un lazo
elegantemente trazado a la corona con la que muchos quieren seguir convirtiendo
en inmortales a los que por méritos propios ya lo fueron. Por lo que a mí
concierne, me quedo con estas dos que además de ser ciertas, adopté como lema: “La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella”,
de Óscar Wilde y “Sólo sé que he nacido
para ser feliz”, de Émilie du Châtelet.
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