L@s presentador@s del tiempo
Aquellos telediarios quedaron atrás. Aquellos en los que Mariano Medina
aparecía enfundado en un terno al uso y en el que iba colocando figuritas de
soles, nubes, rayos y demás aditivos climatológicos, quedaron atrás. Poco a
poco el anuncio de anticiclones o bajas presiones fue modernizándose conforme
la superpoblación de satélites cubría la estratosfera. Y así hemos llegado a nuestros
días en los que las isobaras apuntan al podio del éxito de audiencia. Como si
de por sí no fuera suficiente saber qué tiempo nos espera, las cadenas
televisivas han animado el patio con un@s anunciantes a la última. Si se trata
de ellos, más pareciera que nos están colocando las botas de agua, los
impermeables o la crema solar protectora para no dejarnos salir de casa sin el
debido pertrecho de atuendo precisos. Apolíneos eres que esparcen sus
vaticinios sobre las ondas sabiéndose dueños de nuestros roperos. Pero si el
dictamen sobre la climatología cambia de sexo, la cosa empieza a tomar
características de pasarela de moda. Las venusianas encargadas de dar con los
tornados en nuestras narices o con los chubascos en nuestros lomos salen a
escena al grito de “os vais a enterar”. Sus
alargados minutos transcurren entre las estribaciones montañosas, las depresiones
acuíferas y las marejadas de alta mar
mientras ellas se deslizan sobre la plataforma luciendo palmito. Ímprobos esfuerzos
los realizados para seguir sus vaticinios mientras el donaire de sus perfiles
se antepone a la sintonía. Como que nos da lo mismo el tiempo si quien lo
anuncia nos tiene embelesados con su caída de pestañas y cruce de antebrazos. Poco importará si olvidamos el paraguas en la
entrada y nos espera un tremendo aguacero si quien nos lo ha servido en bandeja
se muta en vestal de capas altas de la atmósfera. El epílogo del noticiario no
podría soñarse mejor y por lo tanto de nada sirve buscarle peros. Es más, lo
preferible será dejar pasar a las esfinges por los hertzios de las pantallas y
después, si acaso, asomarse a la ventana o preguntarle al juanete por el tiempo
que va a hacer. Los “iron man” que las precedieron
en horarios intempestivamente acordados saben que no pueden competir y como
tales se resignan al cambio de canal cuando aparecen. Todo en pos de la audiencia
y en base a ella programable. Ellas, diosas irreductibles del Olimpo climatológico,
se saben poseedoras del elixir de la atención que nos conmina a permanecer
embobados a sus predicciones sin importarnos sus aciertos. Dejemos, pues, que
el tiempo sea quien elija a sus propios cicerones y ya veremos si son más de
fiar unos u otras. Al final, dará lo mismo; siempre habrá alguien que se arrogue
el papel que nadie le asignó y lo hará por pura envidia al saberse menos
agraciado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario