viernes, 24 de marzo de 2017


Procrastinador



No tengo la certeza de que sea un adjetivo aceptado por la Academia, ni tampoco me  inquieta el hecho de darle crédito a su aceptación o no. De lo que no me cabe duda es que quien es capaz de adjudicármelo, posiblemente me conozca mejor que yo mismo e incluso se lo atribuya a sabiendas de que somos gemelos. De tanto meternos en el papel asignado por las obligatoriedades nos hemos olvidado  de el solaz que promueve el aplazamiento de las  mismas robando turno al puro instinto del ludo. Quizás algún sesudo análisis psicológico determine que alguna tecla no funciona debidamente en el piano interior de quienes así nos sentimos. Puede que las notas desafinadas sean incapaces de componer la sinfonía que los comunes aceptan. Tal vez los deseos se solapen sobre los deberes y en base a ello se trace una filosofía de vida sobre la que esparcir momentos, cada vez más escasos, ruines, programados. Sea como fuere, cada vez que alguien semejante a ti aparece te llega la bocanada de polen con sabor a almendro que te demuestra tu acierto en la elección del momento y de la compañía que lo hace especial. No, no se trata de embarcarse en un sueño psicodélico hacia el autoengaño. Se trata más bien de saber cubicar los espacios en el damero que sin permiso nuestro se nos ha lanzado a modo de reto sin las reglas definidas hacia la realidad. Vivimos sueños en  los espacios nimios prestados por los segunderos de otros y en base a ello nos sumergimos en la conformidad. Y en algún caso, la rigidez del cumplimiento por parte de los demás, nos aporta una incógnita que enseguida queda resuelta a nuestro favor. Sí, me declaro procrastinador, e incito a quienes aún no lo hayan descubierto en sus propias carnes  que no lo demoren. Posiblemente sean catalogados como especímenes abyectos inmerecedores  de los parabienes que la sociedad esquemáticamente organizada les reserve  en la alacena de las migajas.  Y mientras tanto, conformistas de tiempos prestados a un alto interés, seguirán cotizando a la baja sus propios anhelos. Tuertos que miran en la única dirección que el miedo promulga que desearán a escondidas que alguien en su sano juicio les muestre como espejo sincero el mismo calificativo y los catalogue como los procrastinadores que jamás pensaron ser y que por fin descubrieron. Felicidades a quienes ya lo son y suerte a quienes quieren serlo.  

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