martes, 14 de marzo de 2017

Tinta de café


Ya el nombre anticipa lo que te va a llegar y suena a diferente. Un local en el que mezclar aromas cafeteros con letras es digno de atención y como tal merecía una visita. Así que retando a las inclemencias del tiempo ventoso del epílogo invernal, animado por la proximidad y desperezado por las nubes flotantes, allá que fui. Lo primero que me llamó la atención fue el revestimiento de los peldaños que permitían el paso a la sala. Madera, como si de ello dependiera el anticipo de saludo cordial. Como si el frío de la acera tuviese que ser exiliado a otros patios para no restar calidez a lo que dentro nos esperaba. Una antesala abierta a modo de marquesina en la que degustar las nicotinas reservaba el derecho al disfrute de aquellos que siguen saboreando entre sus labios el humo prendido. Unos ventanales enmarcados sobre los que vislumbrar en el interior las estanterías ansiosas de libros que empezaron a encontrar su hueco. Y una barra bajo la cual las meriendas guardaban turno para ser liberadas por quienes bajan la vista hacia ellas y realizan su elección. Y a popa, la amplitud de unas paredes albas deseando recibir miradas y quién sabe si versos. Mesas tímidas esparcidas reclamando tertulias y dos en uno forjando ilusiones con el futuro que les espera. En aquel rincón, un niño, ausente de las consignas paternas dictalografiando a su antojo entre los estantes que perfilan la misma altura y el tiempo pasando. El poso del café satisfecho de su labor y a ambos flancos las estanterías como islas náufragas a la espera de nuevos libros ya leídos. Nada más real que compartir páginas con aquellas manos que las hicieran suyas y que se niegan a enclaustrarlos en cajas de olvidos. Títulos que te remitían a etapas en las que de cada epílogo sacabas un aprendizaje que volvían a hacerse presentes mientras el molino del café acompasaba el paso de la tarde. En este escenario podrán llevarse a cabo las representaciones más fidedignas que cualquier lector pueda imaginar a nada que se lo proponga. De las tertulias que podrán o no realizarse sobre las baldosas de dicho tintero hablarán los deseos de aquellos que tanto necesitan hacerse escuchar y no solamente oír.  Y con ello, el tiempo colocará a cada cual en el sitial que se merezca o haya logrado. Poco importará si el debate queda sin resolver. Quizás mejor, si así sucede. Será la excusa perfecta para volver a retomarlo una tarde más en un espacio que no podría haber elegido mejor nombre. La suerte está echada y ya sabéis dónde encontrarla. 

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