Tinta de café
Ya el nombre anticipa lo que te va a llegar y suena a diferente. Un local
en el que mezclar aromas cafeteros con letras es digno de atención y como tal
merecía una visita. Así que retando a las inclemencias del tiempo ventoso del
epílogo invernal, animado por la proximidad y desperezado por las nubes
flotantes, allá que fui. Lo primero que me llamó la atención fue el
revestimiento de los peldaños que permitían el paso a la sala. Madera, como si
de ello dependiera el anticipo de saludo cordial. Como si el frío de la acera
tuviese que ser exiliado a otros patios para no restar calidez a lo que dentro
nos esperaba. Una antesala abierta a modo de marquesina en la que degustar las
nicotinas reservaba el derecho al disfrute de aquellos que siguen saboreando
entre sus labios el humo prendido. Unos ventanales enmarcados sobre los que
vislumbrar en el interior las estanterías ansiosas de libros que empezaron a
encontrar su hueco. Y una barra bajo la cual las meriendas guardaban turno para
ser liberadas por quienes bajan la vista hacia ellas y realizan su elección. Y
a popa, la amplitud de unas paredes albas deseando recibir miradas y quién sabe
si versos. Mesas tímidas esparcidas reclamando tertulias y dos en uno forjando
ilusiones con el futuro que les espera. En aquel rincón, un niño, ausente de
las consignas paternas dictalografiando a su antojo entre los estantes que
perfilan la misma altura y el tiempo pasando. El poso del café satisfecho de su
labor y a ambos flancos las estanterías como islas náufragas a la espera de
nuevos libros ya leídos. Nada más real que compartir páginas con aquellas manos
que las hicieran suyas y que se niegan a enclaustrarlos en cajas de olvidos. Títulos
que te remitían a etapas en las que de cada epílogo sacabas un aprendizaje que
volvían a hacerse presentes mientras el molino del café acompasaba el paso de
la tarde. En este escenario podrán llevarse a cabo las representaciones más
fidedignas que cualquier lector pueda imaginar a nada que se lo proponga. De
las tertulias que podrán o no realizarse sobre las baldosas de dicho tintero
hablarán los deseos de aquellos que tanto necesitan hacerse escuchar y no solamente
oír. Y con ello, el tiempo colocará a
cada cual en el sitial que se merezca o haya logrado. Poco importará si el
debate queda sin resolver. Quizás mejor, si así sucede. Será la excusa perfecta
para volver a retomarlo una tarde más en un espacio que no podría haber elegido
mejor nombre. La suerte está echada y ya sabéis dónde encontrarla.
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