Pausia
Solamente su mención da paso a una serie de preguntas sin respuesta. A
unas por padecerla y a otros por observarla sin entenderla del todo. Por lo oído
es una catarata hormonal la que decide convertir al fémino cuerpo en un río de
lava o en una lengua de glaciar según decida el día. Pueden convivir
perfectamente en el espacio comprendido entre las mesitas y el sofá abanicos
con mantas, pasminas con felpas o infusiones con refrescos y todo parecerá de lo
más normal. Y entre toda esa vorágine de cambios climaterios el desconcierto
vendrá de manos del humor. Unas veces imperará el optimismo de manos de las
sonrisas, otras veces irrumpirá el llanto en brazo del desánimo y con ello los cambios físicos delatores del
perfil menopáusico. Su duración atenderá a criterios de variabilidad impredecible
como si unos dados rodantes decidiesen a su antojo sobre el tapete del ecuador
de una existencia hasta entonces coordinada. Nada volverá a ser como antes de semejante
llegada y para unas empezará el declive
mientras para otras se reseteará un nuevo estilo de vida a mejor. La pausia
dejará paso al avance hacia un nuevo horizonte sobre el que tender ilusiones.
Posiblemente hayan quedado muchas cosas atrás pero serán tantas las que siguen
adelante que mecerá la pena prestarles atención a estas y olvidar a aquellas.
Dejará de tener sentido la fijación materna para adquirir sentido la
reivindicación personal aunque el precio a pagar resulte incómodo o excesivo.
En nuestro caso, varones rampantes, émulos de machos alfa, la andropausia
llegará sibilinamente a instalarse en
nuestro ser. A los compartidos cambios de humor añadiremos la constatación palpable de la decadencia
física con evidentes resultados en las analíticas prescritas. Empezaremos a
comprobar cómo lo habitual se convierte en esporádico y no nos quedará otra que
aceptarlo o en el peor de los casos disimularlo. Sea como fuere, el disimulo siempre
esconde las carencia de una asunción que mal que te pese te toca de lleno. Así que
en lo que a mí respecta, estoico me
someto a los dictados del reloj biológico y me dejo llevar. Quizás ha llegado
el momento de convertirte en conejillo de indias en cualquier revisión
hospitalaria y debes aceptar que eres uno más de la cadena. Suponiendo que tus
ínfulas juveniles quieran regresar a ti ya decidirás si la farmacopea bien en
tu auxilio o busca tu sentencia. A criterio personal quedará la decisión y
mientras tanto irás aumentando la graduación de tus gafas, espaciando los
ritmos deportivos y seleccionando convenientemente los combinados a tomar en la
siguiente salida festiva. Y sobre todo,
por encima de todo, tendrás un mapa mentalmente sincronizado de dónde se ubican
los puntos estratégicos para aliviar micciones urgentes.
Definitivamente las pausias suponen un estado tan voluble como imposible
de evitar; así que será mejor tomárselas con la resignación propia de todo
aquel reo que sabe que su condena es prolongar la existencia, afortunadamente. Todo intento de esconderlas, negarlas o
modificarlas, está de antemano condenado al fracaso.
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