jueves, 2 de marzo de 2017


Un “sin pa” sin parangón

Las cosas si se hacen hay que hacerlas a lo grande, claro que sí. Nada de tonterías nimias que encima de no remediarte el desaguisado del bolsillo te tildan de pacato, de mezquino, de simple. A lo grande, con un par, sí señor. Nada de robar una menudencia, no señor; cuanto más, mejor. Y si encima el hecho delictivo sigue el camino inverso, doble mérito. Nada de apropiarse de algo ajeno y luego ir a celebrarlo. No, no, no. Lo suyo es celebrarlo y luego delinquir para añadir un toque de originalidad al delito que al menos quedará en los anales de lo chic. Y no me refiero a los ladrones de guante blanco o sillón de cuero que tan poca gracia hacen y tanto daño ocasionan a los que subyugan con sus trucos de contratos grises. Tampoco me refiero  a aquellas cuentas que dejó pendiente algún directivo futbolero en los salones de palacio donde celebró la boda de su hija. Si de originalidad se trata, busquemos un restaurante de nivel, convoquemos a la familia, repartamos con las invitaciones el plan a seguir en el último acto de la celebración, y todo saldrá a pedir de boca. Una representación digna de libreto operístico en la que las voces entonadas a ritmo de escanciamiento sabrán que de sus gorgoritos dependerá el éxito de la desbandada final. Haremos creíble el guion desde el mismo momento en el que el adelanto solicitado por el dueño del local sea hecho efectivo y con él, la apertura de la confianza. No podrá sospechar lo más mínimo del importante nivel de consumo etílico entre los “encorbatados”  y los “tiros largos” dada la buena imagen que les acompaña. Pensará que aquella desbandada múltiple que se provoca previamente a la entrada de la tarta forma parte del argumento. Creerá que la huida “quemando rueda” de los vehículos estacionados en el parking busca un añadido al acto festivo y no saldrá de su asombro. Solamente cuando los peldaños de chocolate del postre empiecen a derretirse sin haber sido distribuidos sobre el solitario salón recobrará su estado de consciencia y dará la voz de alarma.  Ciento veinte huidos como almas que lleva el diablo y traen el balance negativo. Bolígrafos que dejarán de anotar  infusiones para apuntar matrículas con las que recuperar identidades. Una desbandada planificada al grito de “el último paga” que dará  identidad a un nuevo récord insospechadamente  inédito.  La cuestión será saber si a partir de ahora las consumiciones se abonarán antes de ser servidas o si alguien se arriesgará a superar el nivel marcado. Por si acaso, yo dejaré a la vista encima de la mesa una tarjeta de crédito; con un poco de suerte no se fijarán en la fecha de caducidad y ya el datafono les sacará del error mientras mi sombra se diluye por las callejuelas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario