jueves, 3 de mayo de 2018


Los cruceros


Se han puesto tan de moda que empiezo a plantearme la posibilidad de apuntarme a uno de ellos. Debe ser maravilloso ascender por la escalera y seguir las instrucciones que te encaminen a tu camarote. No dejo de pensarlo cada vez que desde la dársena respectiva contemplo semejantes moles atracadas en las que imagino los rostros de felicidad de los navegantes. Qué lujo, qué sensación tan magnífica debe ser el hecho de sentirte a bordo. Debe ser lo más parecido a soñarte como un redivivo Niarchos en semejante trasatlántico compartido con otros que se sueñan Onassis. Magnífico, sin duda. De seguro que el balanceo de la nave ni se aprecia  y de ti ha huido cualquier amenaza de mareo. Ulises en busca de nuevos horizontes sobre los que asaetear con los megapíxeles todas las tonalidades que las aguas ofrezcan. Cantos de sirenas que no darán tregua al aburrimiento para que el buen sabor de boca perdure lo que perdure la travesía. Y si se trata de poner pie a tierra, lo ideal será tomar posesión de las joyas que la costa ofrezca para dejar constancia de haber estado. Poco importará si la escasez de tiempo intenta imponerse si de lo que se trata es de completar el álbum. Con un poco de suerte los tonos de Titánic volverán a resonar sobre nuestros tímpanos y la tentación de convertirnos en mascarones de proa será difícil de contener. Puede que el timonel desobedezca las órdenes del almirante y no se arriesgue a una aproximación excesiva a los cayos submarinos y con ello desaparezca el riesgo de naufragio. Quizá el rostro de Shakira logremos adivinarlo a través de algún ojo de buey y con ello nos demos la enhorabuena por haber conseguido lo inimaginable. Las maletas agradecerán la quietud al no verse sometidas al trasiego hotelero y con un poco de suerte las vistas del horizonte serán magníficas. Una ida y regreso al mar siempre es una gran idea para quienes tan acostumbrados estanos al negro del asfalto. Igual se echa en falta un remake de aquel episodio del Achille Lauro con un final menos trágico que el ocurrido hace décadas. Sea como sea, la idea me sigue rondando por la cabeza y ya veremos si me decido a llevarla a cabo. Una vez que me decida, si es que me decido, el tema será elegir las aguas adecuadas. El Mediterráneo está demasiado transitado. El Caribe se acompaña del rostro barbudo y pulposo de la saga pirata que tanto me repele. El Mar del Norte demasiado frío. Lo dicho, la duda me atenaza. Si no la resuelvo pronto puede que acabe surcando las aguas de cualquier parque temático acuático veraniego y termine por creer que tampoco estaba tan mal sentirse argonauta con aspecto increíble de guiri mareado.     

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