Los cruceros
Se han
puesto tan de moda que empiezo a plantearme la posibilidad de apuntarme a uno
de ellos. Debe ser maravilloso ascender por la escalera y seguir las
instrucciones que te encaminen a tu camarote. No dejo de pensarlo cada vez que
desde la dársena respectiva contemplo semejantes moles atracadas en las que
imagino los rostros de felicidad de los navegantes. Qué lujo, qué sensación tan
magnífica debe ser el hecho de sentirte a bordo. Debe ser lo más parecido a
soñarte como un redivivo Niarchos en semejante trasatlántico compartido con
otros que se sueñan Onassis. Magnífico, sin duda. De seguro que el balanceo de
la nave ni se aprecia y de ti ha huido
cualquier amenaza de mareo. Ulises en busca de nuevos horizontes sobre los que asaetear
con los megapíxeles todas las tonalidades que las aguas ofrezcan. Cantos de
sirenas que no darán tregua al aburrimiento para que el buen sabor de boca
perdure lo que perdure la travesía. Y si se trata de poner pie a tierra, lo ideal
será tomar posesión de las joyas que la costa ofrezca para dejar constancia de
haber estado. Poco importará si la escasez de tiempo intenta imponerse si de lo
que se trata es de completar el álbum. Con un poco de suerte los tonos de
Titánic volverán a resonar sobre nuestros tímpanos y la tentación de
convertirnos en mascarones de proa será difícil de contener. Puede que el
timonel desobedezca las órdenes del almirante y no se arriesgue a una
aproximación excesiva a los cayos submarinos y con ello desaparezca el riesgo
de naufragio. Quizá el rostro de Shakira logremos adivinarlo a través de algún
ojo de buey y con ello nos demos la enhorabuena por haber conseguido lo
inimaginable. Las maletas agradecerán la quietud al no verse sometidas al
trasiego hotelero y con un poco de suerte las vistas del horizonte serán
magníficas. Una ida y regreso al mar siempre es una gran idea para quienes tan
acostumbrados estanos al negro del asfalto. Igual se echa en falta un remake de
aquel episodio del Achille Lauro con un final menos trágico que el ocurrido
hace décadas. Sea como sea, la idea me sigue rondando por la cabeza y ya
veremos si me decido a llevarla a cabo. Una vez que me decida, si es que me
decido, el tema será elegir las aguas adecuadas. El Mediterráneo está demasiado
transitado. El Caribe se acompaña del rostro barbudo y pulposo de la saga
pirata que tanto me repele. El Mar del Norte demasiado frío. Lo dicho, la duda
me atenaza. Si no la resuelvo pronto puede que acabe surcando las aguas de
cualquier parque temático acuático veraniego y termine por creer que tampoco
estaba tan mal sentirse argonauta con aspecto increíble de guiri mareado.
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