L@s bienquedas
Como invento, la palabra tiene su aquel. Pasa de ser un adjetivo a ser un sustantivo y en el singular sentido de su
definición podría decirse que es el modo de definir a alguien que no se “moja”.
Alguien que ante la tesitura de entablar una discusión admite la derrota de sus
planteamientos neonatos para no molestar al de enfrente. Un o una bienqueda
jamás dará pie a la ira del contrincante por muy disparatados que sean sus
postulados. Será el servil aquiescente de todo superior y quién sabe si también
de su par social o laboral. Nada perturbará la esencia de est@ que tiene a bien
reconocer que su lema es el “estoy de acuerdo” sea cual sea el origen de la
disputa. Supongo que más de uno ya empieza a ponerle perfil a alguien próximo
con el que la vida le ha hecho cruzarse. Pasan de ser símbolos de quietud y
serenidad a ninguneados por los volátiles vientos que los orean. Antípodas de
los que niegan por principio, sufrirán al ver cómo los debates se avinagran y
las olas de las opiniones amenazan con naufragios. Votarán después de mirar a
su alrededor mal disimulando su tardanza tras la cortina de su gris
pensamiento. No acumularán enemigos y probablemente obtengan el reconocimiento
tácito de la bondad travestida de simpleza. Nadie les reprochará nada. Y con
ser esto lamentable más lo será el hecho de nada ser más allá que el eco de
ajenos razonamientos. Se harán amig@s de quienes no pueden serlo por edad para
demostrar con ello la actualización de sus postulados. Darán su brazo a torcer
si con ello reciben la palmada en la
espalda que les reconfortará tanto que
les parecerá inmerecida. Vasos comunicantes vacíos a los que podrán acudir los
vientos que no sepan donde anidarse. Puede que de las volutas de los mismos
surjan los sonidos inconexos y finjan ser notas de flauta del burro ignorante.
No pasará nada, nunca pasará nada. Su mirada caminará debajo del horizonte que
marquen otros párpados y la renuncia irá tatuada en letras minúsculas. Serán
felices, sin duda; pero lo serán a costa de ser sumisos y en algún momento,
cuando en la soledad de sus pensamientos sean capaces de mirarse al espejo, se
sentirán despreciables. Rindieron sus armas antes de comenzar cualquier torneo
y con ello trazaron un modo de vida que por más que se engañen, no les
satisface. Sé que cuando alguien lea esto y se reconozca, probablemente me dé
la razón. Lo de menos será si está de acuerdo
o no, una vez más.
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