miércoles, 30 de mayo de 2018


L@s bienquedas


Como invento, la palabra tiene su aquel. Pasa de ser un adjetivo a ser  un sustantivo y en el singular sentido de su definición podría decirse que es el modo de definir a alguien que no se “moja”. Alguien que ante la tesitura de entablar una discusión admite la derrota de sus planteamientos neonatos para no molestar al de enfrente. Un o una bienqueda jamás dará pie a la ira del contrincante por muy disparatados que sean sus postulados. Será el servil aquiescente de todo superior y quién sabe si también de su par social o laboral. Nada perturbará la esencia de est@ que tiene a bien reconocer que su lema es el “estoy de acuerdo” sea cual sea el origen de la disputa. Supongo que más de uno ya empieza a ponerle perfil a alguien próximo con el que la vida le ha hecho cruzarse. Pasan de ser símbolos de quietud y serenidad a ninguneados por los volátiles vientos que los orean. Antípodas de los que niegan por principio, sufrirán al ver cómo los debates se avinagran y las olas de las opiniones amenazan con naufragios. Votarán después de mirar a su alrededor mal disimulando su tardanza tras la cortina de su gris pensamiento. No acumularán enemigos y probablemente obtengan el reconocimiento tácito de la bondad travestida de simpleza. Nadie les reprochará nada. Y con ser esto lamentable más lo será el hecho de nada ser más allá que el eco de ajenos razonamientos. Se harán amig@s de quienes no pueden serlo por edad para demostrar con ello la actualización de sus postulados. Darán su brazo a torcer si con ello reciben la  palmada en la espalda que les reconfortará  tanto que les parecerá inmerecida. Vasos comunicantes vacíos a los que podrán acudir los vientos que no sepan donde anidarse. Puede que de las volutas de los mismos surjan los sonidos inconexos y finjan ser notas de flauta del burro ignorante. No pasará nada, nunca pasará nada. Su mirada caminará debajo del horizonte que marquen otros párpados y la renuncia irá tatuada en letras minúsculas. Serán felices, sin duda; pero lo serán a costa de ser sumisos y en algún momento, cuando en la soledad de sus pensamientos sean capaces de mirarse al espejo, se sentirán despreciables. Rindieron sus armas antes de comenzar cualquier torneo y con ello trazaron un modo de vida que por más que se engañen, no les satisface. Sé que cuando alguien lea esto y se reconozca, probablemente me dé la razón. Lo de menos será si está de acuerdo  o no, una vez más.      

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