lunes, 4 de junio de 2018


Zidane



Era de prever y lógicamente ha sido. Se va Zidane. Se va el entrenador que antes fue jugador del Real Madrid y antes paseó por Italia su arte futbolero. Se va quien dejó claro ante Brasil quien mandaba vestido de azul, rojo y blanco en el universo del balompié mundial. Se va el elegante dentro y fuera del campo. Se va quien una única vez se vio derrotado por el desquiciamiento del contrincante al que embistió fuera de sí. Extraño en alguien mesurado, calmo, sutil, tanto con los pies como con el verbo. Vino a ser domador de figuras y supo reconvertirlas a sus dictámenes con pulso firme y delicadeza en el trazo. Nadie pudo cuestionar la clase a quien todo lo había ganado. Sabía a qué reto se enfrentaba y cuánto valía la apuesta y a pesar de ello dio un paso adelante para ganarla. Fue la puesta en escena del video juego más increíble que cualquiera diseñara y casi todo jugó a su favor en la baraka que le cubre. Lejos de las explicaciones a según qué comportamientos supo enarbolar la batuta y ganarse el respeto. Por eso hace bien en irse. Ha tocado techo y no necesita acumular méritos. En la peor de las circunstancias acabaría siendo pasto de los voceros que no le perdonarían no revalidar triunfos. Debe irse y llevarse consigo la estela del buen hacer. No sé, ni falta que hace, si descansará, meditará sobre su futuro, se convertirá en comentarista televisivo, o se soñará secretario técnico. Da lo mismo, con él, siempre viajará el acierto. De su sonrisa extraerá el pasaporte visado hacia el salón de la fama que solamente admite a los elegidos. Etapas que concluyen y modelo para aquellos que se niegan el fin por muy palpable que sea. Formará parte de la historia futbolera desde ambos lados de la cancha y jamás caerá en el fuera de juego. Listón elevado el que deja en este club que tanto lo valora. Ahora pueden aprovechar los semidioses malcriados para irse también. Podrán aducir que se sienten desconsolados y quitarse de encima la etiqueta de cretinos que tan aficionados son a ponerse. Acaba de ponerles Zidane el pase de la muerte perfecto para concluir la jugada. Él, acarreará las culpas que,  indudablemente, nadie creerá. Se va un señor y con un poco de suerte se irán tras él algunos señoritos. Supo llegar y acaba de demostrar cómo debe despedirse alguien antes de que lo echen. Más de uno, más allá de las canchas futboleras, estará meditando si debió seguir su ejemplo.

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