V.A.R.
Las siglas
ya hablan por sí solas de lo que significa este nuevo invento futbolero. Una
ayuda a la labor arbitral desde la banda en forma de tecnología viene a auxiliar
al juez de turno para evitarle errores. No está mal, o es un error su implantación,
serán los postulados que defensores y detractores aducirán para seguir dando
cabida a las discusiones alrededor de la mesa mientras la cerveza se va
calentando. Sí, no, sí, no, sí, no, en una constante ida y vuelta según te haya
favorecido o perjudicado la última decisión. Incluso siendo palpable el
visionado a cámara lenta, los acérrimos seguirán sin dar su brazo a torcer
mientras el minutero siga su curso. Todo pasará a ser humo en la brevedad del
tiempo que nos lleve a un nuevo episodio mundialista. El presente dejará de
serlo de modo mucho más acelerado y el cúmulo de decisiones grabadas impedirá
la reflexión. Seguiremos esperando un nuevo fallo, esta vez, a favor, con el
que nivelar las decepciones. Todos contentos al estar todos descontentos. Y
entre bambalinas, movimientos de fichajes, esperanzas aceleradas desde las
dudas, y un sinfín de motivos distractores de la realidad palpable. Pan y circo,
o al menos, circo. O como mínimo el anuncio de la próxima llegada de un nuevo
circo al que prestar atención. Renuncia expresa a seguir enfadándose por los
motivos que saturan a diario. Necesidad extrema de respirar vientos menos
lacerantes para no desgastarnos demasiado con las decepciones. Nada de enfocar
hacia donde no se debe no vaya a ser que se nos tilde de antinaturales. Fútbol,
V.A.R., bar y lo que haga falta menos calentarnos el seso con sobresaturaciones
de engaños, privilegios, decisiones, estafas, puñaladas o menosprecios. Es
tiempo de pelotear y dejarnos mecer por el sopor de los infumables momentos que
la televisión nos reserva. Bien pensado, igual lo que necesitamos es un V.A.R.
personalizado que nos acabe mostrando si nuestras propias jugadas merecen
castigo o no. Sería curioso comprobar hasta qué punto seríamos capaces de ser árbitros
justos con nosotros mismos. Pasar de la grada al césped no siempre resulta lo
más adecuado. De cualquier modo, aunque solo sea en los minutos de descanso, en
el trayecto que nos lleva al baño y de allí al frigorífico, podríamos pensarlo.
Igual deducíamos alguna falta que no lleva en sí el apercibimiento con tarjeta
amarilla. Igual deducíamos que nos merecemos una roja y nos autoexpulsamos por
ser incapaces de mejorar las condiciones del juego al que tantas veces nos
vemos abocados. Lo demás, puro conformismo y ganas de mirar hacia otro lado.
Bueno, acabo aquí; voy al baño, paso por el frigorífico, y seguro que algo cae
antes de que comience el segundo tiempo.
Por cierto , ¿quién juega hoy?
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