lunes, 18 de junio de 2018


V.A.R.



Las siglas ya hablan por sí solas de lo que significa este nuevo invento futbolero. Una ayuda a la labor arbitral desde la banda en forma de tecnología viene a auxiliar al juez de turno para evitarle errores. No está mal, o es un error su implantación, serán los postulados que defensores y detractores aducirán para seguir dando cabida a las discusiones alrededor de la mesa mientras la cerveza se va calentando. Sí, no, sí, no, sí, no, en una constante ida y vuelta según te haya favorecido o perjudicado la última decisión. Incluso siendo palpable el visionado a cámara lenta, los acérrimos seguirán sin dar su brazo a torcer mientras el minutero siga su curso. Todo pasará a ser humo en la brevedad del tiempo que nos lleve a un nuevo episodio mundialista. El presente dejará de serlo de modo mucho más acelerado y el cúmulo de decisiones grabadas impedirá la reflexión. Seguiremos esperando un nuevo fallo, esta vez, a favor, con el que nivelar las decepciones. Todos contentos al estar todos descontentos. Y entre bambalinas, movimientos de fichajes, esperanzas aceleradas desde las dudas, y un sinfín de motivos distractores de la realidad palpable. Pan y circo, o al menos, circo. O como mínimo el anuncio de la próxima llegada de un nuevo circo al que prestar atención. Renuncia expresa a seguir enfadándose por los motivos que saturan a diario. Necesidad extrema de respirar vientos menos lacerantes para no desgastarnos demasiado con las decepciones. Nada de enfocar hacia donde no se debe no vaya a ser que se nos tilde de antinaturales. Fútbol, V.A.R., bar y lo que haga falta menos calentarnos el seso con sobresaturaciones de engaños, privilegios, decisiones, estafas, puñaladas o menosprecios. Es tiempo de pelotear y dejarnos mecer por el sopor de los infumables momentos que la televisión nos reserva. Bien pensado, igual lo que necesitamos es un V.A.R. personalizado que nos acabe mostrando si nuestras propias jugadas merecen castigo o no. Sería curioso comprobar hasta qué punto seríamos capaces de ser árbitros justos con nosotros mismos. Pasar de la grada al césped no siempre resulta lo más adecuado. De cualquier modo, aunque solo sea en los minutos de descanso, en el trayecto que nos lleva al baño y de allí al frigorífico, podríamos pensarlo. Igual deducíamos alguna falta que no lleva en sí el apercibimiento con tarjeta amarilla. Igual deducíamos que nos merecemos una roja y nos autoexpulsamos por ser incapaces de mejorar las condiciones del juego al que tantas veces nos vemos abocados. Lo demás, puro conformismo y ganas de mirar hacia otro lado. Bueno, acabo aquí; voy al baño, paso por el frigorífico, y seguro que algo cae antes  de que comience el segundo tiempo. Por cierto , ¿quién juega hoy?

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