Salvaje Oeste
Por
un momento recuperé aquellas cartucheras, aquella estrella de sheriff, aquel
puñal de plástico, y me dispuse a abrir
las puertas del salón que Juan Tallón anunciaba. No dejé de pensar en la
pianola, en el tapete verde con las cartas marcadas, en la escupidera y en las
espuelas empolvadas de los presentes. Me quité el sombrero y comencé la
lectura. Todo empezó a sonarme cercano y los rostros trazados fueron
perfilándose a medida que las páginas se deslizaban como si circulasen por las
vías el último tren a Oklahoma. Daban ganas de coger el corrector y tachar
nombres ficticios que tan reales aparecían. El decorado cambió y el lejano
oeste se aproximó a modo de estampida de bisontes poderosos. Palcos de fútbol,
despachos de periódicos, estilos de vida, cotas de poder. Todo sumándose a esta
amalgama en la que el lector se ve inmerso y demasiado descorazonado. Se sabe
en el último asiento del último graderío y desde allí observa cómo la pelota
lleva su rostro. Secretos que se guardan como dagas vengativas a la espera de
su turno comparten líneas con todo tipo de defectos y nulas virtudes de los innumerables
personajes. A algunos les compadeces y a otros les recriminas. Estás agazapado
a la espera para ver si alguien que se te asemeja acude al guión y compruebas
desalmado el sabor agridulce de la verdad. La fluidez con que se desarrollan las
seiscientas y pico páginas te hace desear una continuación de la novela. Te has
acostumbrado demasiado a un tipo de finales y este te remite un
interrogante. Sí, sabes que sí, que los
toques sutiles cargados de ironía llevan la firma de Juan Tallón, como no podía
ser de otro modo. Ni se ha descartado el revólver de la narrativa ni se penaliza
el exceso alcohólico si delo que se trata es de seguir ese guión. Incluso el
número de capítulos que conforman la novela parece sacado del calendario anual
al que añadirle un par de semanas. No están demás los añadidos en cuanto viene
a completar un duelo al sol en mitad de un O.K. Corral con un árbol del ahorcado
difuminado sobre el horizonte. Será casualidad; pero he concluido la lectura a
la vez que ha concluido una etapa política
llena de balazos. Será cuestión de volver a sacar brillo a los falsos nácares
de mis pistolas y esperar a ver qué pasa.
Seguro que Juan ya está ideando algo que seré reconfortante una vez más.
Enhorabuena a quienes hayáis decidido cabalgar por este Salvaje Oeste.
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