sábado, 2 de junio de 2018


Salvaje  Oeste



Por un momento recuperé aquellas cartucheras, aquella estrella de sheriff, aquel puñal de  plástico, y me dispuse a abrir las puertas del salón que Juan Tallón anunciaba. No dejé de pensar en la pianola, en el tapete verde con las cartas marcadas, en la escupidera y en las espuelas empolvadas de los presentes. Me quité el sombrero y comencé la lectura. Todo empezó a sonarme cercano y los rostros trazados fueron perfilándose a medida que las páginas se deslizaban como si circulasen por las vías el último tren a Oklahoma. Daban ganas de coger el corrector y tachar nombres ficticios que tan reales aparecían. El decorado cambió y el lejano oeste se aproximó a modo de estampida de bisontes poderosos. Palcos de fútbol, despachos de periódicos, estilos de vida, cotas de poder. Todo sumándose a esta amalgama en la que el lector se ve inmerso y demasiado descorazonado. Se sabe en el último asiento del último graderío y desde allí observa cómo la pelota lleva su rostro. Secretos que se guardan como dagas vengativas a la espera de su turno comparten líneas con todo tipo de defectos  y nulas virtudes de los innumerables personajes. A algunos les compadeces y a otros les recriminas. Estás agazapado a la espera para ver si alguien que se te asemeja acude al guión y compruebas desalmado el sabor agridulce de la verdad. La fluidez con que se desarrollan las seiscientas y pico páginas te hace desear una continuación de la novela. Te has acostumbrado demasiado a un tipo de finales y este te remite un interrogante.  Sí, sabes que sí, que los toques sutiles cargados de ironía llevan la firma de Juan Tallón, como no podía ser de otro modo. Ni se ha descartado el revólver de la narrativa ni se penaliza el exceso alcohólico si delo que se trata es de seguir ese guión. Incluso el número de capítulos que conforman la novela parece sacado del calendario anual al que añadirle un par de semanas. No están demás los añadidos en cuanto viene a completar un duelo al sol en mitad de un O.K. Corral con un árbol del ahorcado difuminado sobre el horizonte. Será casualidad; pero he concluido la lectura a la vez que  ha concluido una etapa política llena de balazos. Será cuestión de volver a sacar brillo a los falsos nácares de mis pistolas y esperar a ver qué pasa.  Seguro que Juan ya está ideando algo que seré reconfortante una vez más. Enhorabuena a quienes hayáis decidido cabalgar por este Salvaje Oeste.

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