miércoles, 6 de junio de 2018


1.  La jueza tarotista



Uno, ya, a estas alturas, no consigue sorprenderse fácilmente con nada o con casi nada. Lleva ya el zurrón repleto de circunstancias propias y ajenas, de modos de actuación más o menos estrambóticos, y nada la parece novedoso. O eso era lo que yo creía hasta que el titular llegó a mis pupilas. Un titular que dejaba al descubierto el pluriempleo de una señora que unía a su labor de jueza, la no menos laboriosa profesión de tarotista. Olé, muy bien, sí señora. Nada de encasillarse en una ruta cuando la vida te ofrece mil variantes. Diga que sí, señoría, diga que sí. A hacer puñetas las puñetas en sus horas de ocio y que la toga purgue su abandono en la percha del olvido hasta el nuevo turno que la obligatoriedad le urja. Usted, a lo suyo, a lo gratificante, a lo esotérico. Nada de darle paso a jurisprudencias cuando los arcanos mayores, menores o intermedios, si existen, reclamen de sus habilidades de crupier. Ya está bien de repasar tomos y tomos de leyes a la búsqueda de la sentencia correcta. Todo, y usted puede dar fe de ello, todo, repito, está en ese mazo de cartas que a falta de comodines es capaz de aventurar venturas y prever desdichas. Quien más quien menos siempre ha sentido curiosidad por aquello que el futuro le deparará aunque el olvido del augurio se haga presente de inmediato. Es más, si puedo elegir llegado el caso, quiero que sea usted quien presida el tribunal que me juzgue. Prometo aportar a mi favor un tapete verde pespunteado en rojo para que el mazo de madera sienta que está demás y sepa que no se van a oír sus golpes. Nada de esperar que el “Perry Mason” correspondiente acuda en mi auxilio. Nada de buscar la mirada compasiva del jurado popular que se apiade de mí. Quiero que un simple corte del mazo de cartas empiece a taquigrafiar todo lo que suceda en esa sala. A ser posible, y solo a modo de sugerencia, deberíamos ponernos en posición, cara a cara, con una luz tenue y algo de incienso. De las posibles palpitaciones ya me encargaré yo. Y ya puestos, música tántrica, crótalos afinados y timbales esparcidos por si alguien más se suma al acto. Usted a lo suyo, que será lo mío. Como aportación personal me ofrezco a realizar el buzoneo de sus papeletas publicitarias y si me lo permite añadiré un pseudónimo a su nombre para aumentar el crédito de sus vaticinios. No dejo de soñar con el próximo inicio de curso en del Tribunal Supremo. La veo observando de refilón a los portadores de toisones y percibo sus miradas nerviosas huidizas intentando abreviar el acto. Sea como fuere, esta noche, o cualquiera de las noches que restan de verano, la llamaré y a ver qué pasa. Si la tarifa es la que dice, no habrá dinero mejor empleado, ni momento más glorioso. Lo de su acierto o no, créame, carece de importancia.  

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