viernes, 22 de junio de 2018


El padre de la novia



Suena a cursi, pero lo cierto es que cada vez que he visualizado semejante película, no he podido dejar de emocionarme. Y no porque me resulte especialmente conmovedora la actuación de Steven Martin, no. Él ejerce su papel del mejor modo que puede o sabe como padre de la contrayente en la víspera de su matrimonio. Ni color tiene con el papel en el que se desenvuelve Diane Keaton. Ella, madre de la contrayente, esposa del atribulado padrino, sabe colocar el punto exacto del equilibrio entre los platillos de emociones cargados. Cierto que puede parecer excesiva la edad de veintidós años para dar el “sí quiero”, pero los maestros de las comedias saben cómo manejarse y nada les va a hacer cambiar de idea mientras el rédito económico aparezca. De todo esto debería extraer el aprendizaje y evitar en lo posible la supuesta debilidad. Pues nada, no hay manera, no soy capaz y a estas alturas, no creo que deba insistir en fortalezas. Así que lo mejor será que empiece a levantar acta notarial de todo lo que no debería faltar mañana. Más o menos ya está decidido y el cara o cruz dilucidará el tipo de huella que acompasarán  la entrada en escena. Padrino. Suena bien. Dan ganas de darle al play y que Nino Rota marque el compás. Dan ganas de lanzar miradas admonitorias a todos aquellos que solamente en la imaginación del padre protector que eres fuesen capaces de dañar a lo que más quieres. Que ni el viento la toque, si no es para acariciar su pensamiento y limar sus adversidades. Y así, a expensas de dilucidar el último toque, el descuento de las horas, empezará en breve. Atrás quedó una nueva primavera y el ciclo se perpetuará. Sigo pasando revista y acaba de aparecer otro fleco por cubrir. Llegan a mi mente los rostros de quienes fueron lo que yo seré mañana y no puedo por menos que sonreírles con un guiño de complicidad. Queda un pasado del que sacar conclusiones, un presente sobre el que llevar las mochilas y un futuro del que de nada sirve anticipar. De cuando en cuando, el feedback toca con los nudillos y despliega las páginas de una vida que se vino a sumar a la tuya hace años. De cuando en cuando, las colas en las farmacias de guardia buscando ultralevuras, pidiendo turno a yonquis en busca de su hipodérmica, regresan. Como regresan las pedaladas bajo el tórrido sol de Agosto rumbo al Batanejo. Como regresan las puestas en escena veraniegas en el teatro de los sueños del patio interior. Como regresan las ingestas no deseadas de frutas trituradas envueltas en papeles opacos. Como regresan las idas y venidas en busca del trasnoche tras el volante. Y lo mejor de todo, es que regresan para dejarle claro a Steve Martin que tú, gracias a tu hija primogénita, gracias a tu María Henar, eres el padrino más afortunado que ni siquiera Hollywood pudo imaginar.

P.D. ¿Al final, amarillas?

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