El
padre de la novia
Suena
a cursi, pero lo cierto es que cada vez que he visualizado semejante película,
no he podido dejar de emocionarme. Y no porque me resulte especialmente
conmovedora la actuación de Steven Martin, no. Él ejerce su papel del mejor
modo que puede o sabe como padre de la contrayente en la víspera de su
matrimonio. Ni color tiene con el papel en el que se desenvuelve Diane Keaton.
Ella, madre de la contrayente, esposa del atribulado padrino, sabe colocar el
punto exacto del equilibrio entre los platillos de emociones cargados. Cierto
que puede parecer excesiva la edad de veintidós años para dar el “sí quiero”,
pero los maestros de las comedias saben cómo manejarse y nada les va a hacer
cambiar de idea mientras el rédito económico aparezca. De todo esto debería
extraer el aprendizaje y evitar en lo posible la supuesta debilidad. Pues nada,
no hay manera, no soy capaz y a estas alturas, no creo que deba insistir en
fortalezas. Así que lo mejor será que empiece a levantar acta notarial de todo
lo que no debería faltar mañana. Más o menos ya está decidido y el cara o cruz
dilucidará el tipo de huella que acompasarán
la entrada en escena. Padrino. Suena bien. Dan ganas de darle al play y
que Nino Rota marque el compás. Dan ganas de lanzar miradas admonitorias a
todos aquellos que solamente en la imaginación del padre protector que eres fuesen
capaces de dañar a lo que más quieres. Que ni el viento la toque, si no es para
acariciar su pensamiento y limar sus adversidades. Y así, a expensas de
dilucidar el último toque, el descuento de las horas, empezará en breve. Atrás
quedó una nueva primavera y el ciclo se perpetuará. Sigo pasando revista y
acaba de aparecer otro fleco por cubrir. Llegan a mi mente los rostros de
quienes fueron lo que yo seré mañana y no puedo por menos que sonreírles con un
guiño de complicidad. Queda un pasado del que sacar conclusiones, un presente
sobre el que llevar las mochilas y un futuro del que de nada sirve anticipar. De
cuando en cuando, el feedback toca con los nudillos y despliega las páginas de
una vida que se vino a sumar a la tuya hace años. De cuando en cuando, las
colas en las farmacias de guardia buscando ultralevuras, pidiendo turno a
yonquis en busca de su hipodérmica, regresan. Como regresan las pedaladas bajo
el tórrido sol de Agosto rumbo al Batanejo. Como regresan las puestas en escena
veraniegas en el teatro de los sueños del patio interior. Como regresan las
ingestas no deseadas de frutas trituradas envueltas en papeles opacos. Como
regresan las idas y venidas en busca del trasnoche tras el volante. Y lo mejor
de todo, es que regresan para dejarle claro a Steve Martin que tú, gracias a tu
hija primogénita, gracias a tu María Henar, eres el padrino más afortunado que
ni siquiera Hollywood pudo imaginar.
P.D.
¿Al final, amarillas?
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