lunes, 16 de mayo de 2016


    Abejas y avispas

No es que me mueva el interés excesivo por diferenciarlas hasta que su propia presencia así lo solicita. Sé que unas se encargan de fabricar la miel y otras se empeñan en marcar su territorio a golpe de aguijón ante el menor intento de aproximación no permitida. Sé desde aquellos años de infancia alrededor de la fuente, que un ungüento de barro suele ser un buen remedio  para la hinchazón provocada al traspasar los límites de su vuelo cerca de los caños. Unas se encargan de amamantar a la reina antes de que le colmenero de turno se vista de blanco y esparza el botafumeiro que las haga huir y así apropiarse de su cosecha. Otras revolotean sobre los geranios de las macetas o sobre los rosales que alumbran de pétalos los patios en primavera. Pero de lo que no me cabe duda es  de lo dañina que es la torpeza que se atribuye el mayor de los insensatos a la hora de convertirse en captor entomológico de alguna de ellas. Intentar ser el más astuto de los naturalistas y querer reunir a una representación de ellas en un bote cristalino será un esfuerzo tan absurdo como baldío al que premiarán tus vástagos con risas a través de las ventanas protegidas convenientemente. De nada sirvió que te advirtiesen de su rápida salida del panal fabricado al sol mientras el sol luce si tú te empeñas en ser el captor invencible. A las tres de la tarde, en plena canícula veraniega, sospecharás que están adormiladas en plena digestión y osado te lanzarás a su captura. Esperar a la noche en la que su vuelo será ciego o inexistente no es cosa de aguerridos  y te dispones a demostrarlo. Solo necesitarás cincuenta centímetros de distancia para que un innumerable ejército de stukas  gualdinegras te elijan como diana y te batas en retirada refugiándote en el rincón más indigno de la casa. Corrieron la voz y te persiguen con denuedo  para convertirte en un clon de San Sebastián  presto al martirio. Tras una hora, con un poco de suerte se batirán en retirada y te habrán enseñado una lección  inolvidable en la que los capítulos tendrán como corolario final las carcajadas de aquellas que llevan tu sangre. Sin duda alguna has contribuido a hacerles entender dónde están los límites del riesgo y con algo de suerte sabrán que están en no intentar correrlo y dejarte arrastrar por el miedo. Sea como sea, caso de querer eliminar un avispero que suponga una amenaza para tu solaz, mejor por la noche, a la luz de las velas y en buena compañía, eso sí.



Jesús(defrijan)   

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