lunes, 30 de mayo de 2016


       Autoeditar

En estos tiempos que nos toca vivir parece imprescindible el uso del prefijo auto- para realizar cualquier actividad. Es como si de buenas a primeras la diversidad de oficios se aglutinaran en torno a una misma persona para ofrecerle la posibilidad de hacerlo todo por sí misma. En lo que a mí concierne, y dejando a un lado mis nulas cualidades para el bricolaje casero, me vi abocado a la autoedición de mis libros. Y todo fue desde la causalidad que vino a presentarse una tarde en la que la lluvia golpeaba la carrocería del coche y yo esperaba dentro del habitáculo. Al otro lado de las ondas, Vázquez Figueroa, hablaba sobre una de sus obras que ponía a disposición de los oyentes lectores que así lo quisieran, y de modo gratuito. No recuerdo bien el título pero sí el nombre de la editorial que impulsaba tal publicación. Se trataba de Bubok. Y a partir de ahí mi curiosidad fue en aumento. Atrás quedaron las visitas a editoriales en las que se imponía el apartado económico al de la calidad. El mercantilismo sobre el que basaban las ediciones posibles no tenía en cuenta el mayor o menor mérito  del escrito en cuestión y eso fue quizá lo que más me sorprendió. De modo que eché a andar en esta aventura y de la mano de Bubok fueron naciendo a la luz. Por si alguien no lo sabe y le interesa, sigues los pasos y pasas por caja a recoger el producto final. Vas eligiendo formatos, portadas, correcciones, y todo tipo de asesoramiento que quieras te es ofrecido. Puedes sacar a la luz tus obras en cualquier formato y una vez tasado el precio final, ponerlas a la venta. Está claro que todos los cauces legales a nivel de impuesto se cumplen y no tienes más que esperar a hacer los pedidos. No voy a entrar en detalles técnicos ni me voy a convertir en plañidera confesando el gravamen que supone ingresar los mínimos beneficios a la hora de ser considerado contribuyente con doble entrada de emolumentos; nadie me obliga y la satisfacción  personal es más que sobrada. En cualquier caso, como ya sabéis, el envío de los archivos  por vía email lo hago gustoso sin cargo alguno, porque de lo que se trata es de compartir letras. En la orilla contraria, cuando el deseo de dedicatoria de puño y letra quiere añadirse a la obra, no me queda más remedio que comprar lo que yo mismo he creado o indicar los pasos al posible adquiriente para que los siga. Obviamente, esto lleva un coste que se ha de asumir, por muy autoeditado que esté. La cuestión final es que acabo siendo un Juan Palomo, donde yo me lo guiso, yo me lo como, y  siempre, siempre, merece la pena.  En cuanto al temor a utilizar los medios cibernéticos para comprar o dejar de hacerlo, cada cual es libre de tenerlo o no; de hecho siempre pagamos en supermercados y en gasolineras con dinero metálico, ¿verdad?    



Jesús(defrijan)

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