martes, 6 de junio de 2017

Ágata Rosa


Hay  veces en las que la casualidad sale a tu encuentro para llevarte a un destino llamado sorpresa. Hay veces en las que los finales de Agosto anuncian a la  primavera a las puertas de un otoño. Hay veces, algunas veces,  las mejores de las veces, en las que te das cuenta de que has encontrado a la protagonista del séptimo verso de aquel poema de Goytisolo y sonríes cada vez que lo recuerdas. Y todo lo demás viene por añadidura hasta convertirse en amistad. Una amistad trenzada desde las yemas hábiles de quien sabe sacarle a las gemas todo su valor curativo cuando el ánimo decae o camina perdido. Solo es cuestión de dejarte atrapar por el sonido del gong tibetano para sentir fluir la energía nacida de la bondad de un corazón limpio. Tus dedos atraparán al cuarzo como si de un amuleto mágico se tratase y de su pendular oscilación Ágata buscará el sosiego de colores que la madre naturaleza  propone. Poco importará si el bullicio cercano intenta disuadir o entorpecer sus efectos. Las cartas  boca arriba darán testimonio de la verdad incuestionable. Sus ojos de mirada profunda ejercerán de luminarias de una senda que hasta entonces creías asfaltada de sílex. Nada conseguirá que la paz se niegue a llegar a ti cuando desde los mechones morados emerjan las vibraciones. Y si el camino emprendido entre interrogantes tiene posibilidad de ser transitado, ella, Ágata, te llevará de la mano. Los designios imponderables no serán revertidos en truculentos mensajes en busca de esperanzas irrealizables. Buscará entre lo etéreo lo más real que la parte anímica del ser humano precisa y tantas veces olvida. Los hilos conductores que de sus amuletos surjan no harán otra cosa que no sea el bien, callando a veces lo que sus pupilas perciben y el pudor enmudece. Y eso, amigos míos, en los tiempos que vivimos es un lujo a tener en cuenta y no dejar pasar. Un lujo solamente comparable a la dicha de saber que un año más añade a su sabiduría. Puede que descalza camine para seguir siendo la sacerdotisa de pies en tierra y pensamiento en vuelo. Nada podrá impedir, os lo aseguro, que cada vez que os acerquéis a ella, un halo de verdad os llegue mientras el eco de un bronce golpeado se adueña de vuestras dudas para diluirlas entre sus manos.  Si por un momento un mundo al revés fuese posible veríais como llevaba razón el poeta al soñarlo y yo tengo la suerte de disfrutarlo cada vez que me reencuentro  con ella. 

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