lunes, 12 de junio de 2017

Soldados de Salamina

Empecé a leerlo hace un tiempo y nada más empezar me dije, otro más, otra historia tantas veces leída sobre a Guerra Civil, a posguerra, los derrotados, lo triunfantes. Así que lo dejé. Pasaron los meses y me di una segunda oportunidad y entonces el argumento me sonó a cercano. Mi padre me relató hace años un pasaje semejante que vivió en la misma localización geográfica y no pude por menos que sentir cierta deuda hacia el protagonista de esta novela. De modo que entre los vericuetos de la historia en la que Cercas nos lleva de la mano se pueden adivinar esperanzas rotas, bajezas exaltadas, cobardías sublimadas como glorias patrias y venganzas expresas de un tiempo que les tocó vivir a los protagonistas. Incluso en mitad del odio la ternura aparece y la vida se abre paso nos e sabe bien hacia qué destino ni hacia qué horizonte. Pero se abre paso a base de cicatrices que firman las costuras de unas vivencias dolientes sin posibilidad de vuelta atrás. Héroes incógnitos a los que nadie recuerda por ser apátridas de todos los meridianos y que significaron la base sólida de un futuro lleno de nostalgias a las que no dar paso ni permiso. Principales que se convierten con el desarrollo de la trama en secundarios y secundarios que guardan para sí el certificado de autenticidad que a pocos importa. Clara muestra de cómo el corolario lo firman las victorias y cuánto cuesta desmontarlo a posteriori. Por un momento la gorra de plato que coqueto luciera de medio lado a la venida de sus veinte años, regresó. Aquel que confesase haber traspasado el límite de la racionalidad cuando el hambre saca a la luz la animalidad que nos reviste, vino de nuevo. Y con él, y con todos aquellos que siguieron y siguen callando los recuerdos que a pocos importan, regresó la deuda. Una deuda que ni siquiera los compases de “Suspiros de España” puede amortizar bailando el pasodoble de la añoranza. Apátridas legionarios que fueron capaces de cruzar los desiertos en busca de una victoria nacida de la justicia, toman forma en Miralles. Y con él, el inicio de la historia que el autor camuflado de periodista busca, cobra sentido. Atrás quedan los camisas viejas con sus azules mahón descoloridos por quienes les usurparon las ideas a mayor gloria de un régimen en movimiento. Retazo de una historia que como todas las historias merece ser leída, tenida en cuenta, digerida. Más que nada para ver llegar cualquier otro intento soterrado de argumento similar que considere que la vida empieza en el ahora y que todo lo anterior son cuentos de abuelos aburridos asomados al ventanal de la residencia en la que camuflan petacas bajo el colchón para aliviar el paso lento de sus días.   

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