Soldados de Salamina
Empecé a leerlo hace un tiempo y nada más empezar
me dije, otro más, otra historia tantas veces leída sobre a Guerra Civil, a
posguerra, los derrotados, lo triunfantes. Así que lo dejé. Pasaron los meses y
me di una segunda oportunidad y entonces el argumento me sonó a cercano. Mi
padre me relató hace años un pasaje semejante que vivió en la misma
localización geográfica y no pude por menos que sentir cierta deuda hacia el
protagonista de esta novela. De modo que entre los vericuetos de la historia en
la que Cercas nos lleva de la mano se pueden adivinar esperanzas rotas, bajezas
exaltadas, cobardías sublimadas como glorias patrias y venganzas expresas de un
tiempo que les tocó vivir a los protagonistas. Incluso en mitad del odio la
ternura aparece y la vida se abre paso nos e sabe bien hacia qué destino ni
hacia qué horizonte. Pero se abre paso a base de cicatrices que firman las
costuras de unas vivencias dolientes sin posibilidad de vuelta atrás. Héroes incógnitos
a los que nadie recuerda por ser apátridas de todos los meridianos y que
significaron la base sólida de un futuro lleno de nostalgias a las que no dar
paso ni permiso. Principales que se convierten con el desarrollo de la trama en
secundarios y secundarios que guardan para sí el certificado de autenticidad que
a pocos importa. Clara muestra de cómo el corolario lo firman las victorias y
cuánto cuesta desmontarlo a posteriori. Por un momento la gorra de plato que
coqueto luciera de medio lado a la venida de sus veinte años, regresó. Aquel
que confesase haber traspasado el límite de la racionalidad cuando el hambre saca
a la luz la animalidad que nos reviste, vino de nuevo. Y con él, y con todos
aquellos que siguieron y siguen callando los recuerdos que a pocos importan, regresó
la deuda. Una deuda que ni siquiera los compases de “Suspiros de España” puede
amortizar bailando el pasodoble de la añoranza. Apátridas legionarios que fueron
capaces de cruzar los desiertos en busca de una victoria nacida de la justicia,
toman forma en Miralles. Y con él, el inicio de la historia que el autor
camuflado de periodista busca, cobra sentido. Atrás quedan los camisas viejas
con sus azules mahón descoloridos por quienes les usurparon las ideas a mayor
gloria de un régimen en movimiento. Retazo de una historia que como todas las
historias merece ser leída, tenida en cuenta, digerida. Más que nada para ver
llegar cualquier otro intento soterrado de argumento similar que considere que
la vida empieza en el ahora y que todo lo anterior son cuentos de abuelos
aburridos asomados al ventanal de la residencia en la que camuflan petacas bajo
el colchón para aliviar el paso lento de sus días.
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