Las calderas de Pedro Botero
Eran aquellas que anticipaban el futuro a quienes no cumpliesen los
dogmas de la fe. Un averno ígneo nos esperaba y de ahí que la necesidad de
buscar consuelo fresco en esta parte de la existencia se hacía precisa.
Imágenes de misales cargadas de
braseados pecadores enervaban la curiosidad de aquellos que pululábamos por los
bancos de la iglesia a la edad en la que el juego pedía otros espacios.
Imaginábamos a Belcebú como el fogonero mayor de aquel reino de tiniebla que braseado cobraba
luz. Así que refugiados en la duda fuimos creciendo y alejando temores hasta
que la cruda realidad nos ha salido al paso. Pedro Botero Lucifer se ha puesto cuernos a la obra y vaya
si está demostrando profesionalidad. Aquí no hay quien se salve. De nada vale
adjuntar un currículo en el que demuestres tu pragmatismo si la mecha ha
prendido sin distinción de fe, credo o racionalismo. Todos estamos siendo
sometidos a las rigurosidades de semejante horno y la cosa no parece remitir.
De poco sirve el incesante remojo si a los pocos minutos se convierte en sudor
lo que era agua fresca epidérmica. De nada sirve jugarte la garganta a base de
sobrexplotar el aire acondicionado si te resistes a abandonar el coche,
madriguera compasiva. De nada sirve pasar horas y horas deambulando por los
centros comerciales ojeando lo que no vas a adquirir. Hemos llegado al punto de
no retorno y los culpables se están escondiendo. O quizás es que hemos olvidado
algo tan elemental como la evolución de la Naturaleza y el cambio ha llegado.
No hace mucho que las noches veraniegas se cubrían de rebecas en el paseo y las
colchas acompañaban a los sueños. No hace tanto que los pantanos rebosaban
aguas y promovían baños. O que las huertas ofrecían sus manjares de acuerdo a
la época y nosotros los disfrutábamos acomodando nuestra vida al ciclo
correspondiente. Hemos convertido nuestra existencia en una versión
acomodaticia donde la no disparidad climática se exige. Así que solo queda asumirlo y en algún caso
rectificar, si se puede. Mientras, nos lo vamos pensando. Así, cuando llegue a
nosotros la primera fumarola del volcán en el que nos estamos convirtiendo, no
nos pillará de improviso. Como primera medida abriré el frigorífico y veré si
queda alguna para dar cumplida cuenta de ella. Caso de no quedar, pues nada, a
buscarla. Seguro que queda libre algún taburete cerca de la barra y el split
está enfocado hacia él. Alguien más acudirá
huyendo de los rigores calurosos y podremos darnos cháchara mutuamente.
Como dijo Felipe, “¿qué importa el calor si tenemos cervezas para combatirlo?”
Pedro Botero puede seguir alimentando su caldera mientras tanto y ya veremos
quién aguanta más.
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