jueves, 22 de junio de 2017

Las calderas de Pedro Botero


Eran aquellas que anticipaban el futuro a quienes no cumpliesen los dogmas de la fe. Un averno ígneo nos esperaba y de ahí que la necesidad de buscar consuelo fresco en esta parte de la existencia se hacía precisa. Imágenes de  misales cargadas de braseados pecadores enervaban la curiosidad de aquellos que pululábamos por los bancos de la iglesia a la edad en la que el juego pedía otros espacios. Imaginábamos a Belcebú como el fogonero mayor de  aquel reino de tiniebla que braseado cobraba luz. Así que refugiados en la duda fuimos creciendo y alejando temores hasta que la cruda realidad nos ha salido al paso. Pedro Botero  Lucifer se ha puesto cuernos a la obra y vaya si está demostrando profesionalidad. Aquí no hay quien se salve. De nada vale adjuntar un currículo en el que demuestres tu pragmatismo si la mecha ha prendido sin distinción de fe, credo o racionalismo. Todos estamos siendo sometidos a las rigurosidades de semejante horno y la cosa no parece remitir. De poco sirve el incesante remojo si a los pocos minutos se convierte en sudor lo que era agua fresca epidérmica. De nada sirve jugarte la garganta a base de sobrexplotar el aire acondicionado si te resistes a abandonar el coche, madriguera compasiva. De nada sirve pasar horas y horas deambulando por los centros comerciales ojeando lo que no vas a adquirir. Hemos llegado al punto de no retorno y los culpables se están escondiendo. O quizás es que hemos olvidado algo tan elemental como la evolución de la Naturaleza y el cambio ha llegado. No hace mucho que las noches veraniegas se cubrían de rebecas en el paseo y las colchas acompañaban a los sueños. No hace tanto que los pantanos rebosaban aguas y promovían baños. O que las huertas ofrecían sus manjares de acuerdo a la época y nosotros los disfrutábamos acomodando nuestra vida al ciclo correspondiente. Hemos convertido nuestra existencia en una versión acomodaticia donde la no disparidad climática se exige.  Así que solo queda asumirlo y en algún caso rectificar, si se puede. Mientras, nos lo vamos pensando. Así, cuando llegue a nosotros la primera fumarola del volcán en el que nos estamos convirtiendo, no nos pillará de improviso. Como primera medida abriré el frigorífico y veré si queda alguna para dar cumplida cuenta de ella. Caso de no quedar, pues nada, a buscarla. Seguro que queda libre algún taburete cerca de la barra y el split está enfocado hacia él. Alguien más acudirá  huyendo de los rigores calurosos y podremos darnos cháchara mutuamente. Como dijo Felipe, “¿qué importa el calor si tenemos cervezas para combatirlo?” Pedro Botero puede seguir alimentando su caldera mientras tanto y ya veremos quién aguanta más. 

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