jueves, 8 de junio de 2017

Reguetón


Se ha colado como se suele colar lo inevitable. Tras el hecho incuestionable de la evolución musical en busca de nuevo mercado, esta mezcla de sonidos caribeños se ha posicionado en la cúspide de los cpmpases para mayor gloria de los mismos. Se veía venir. Cada ciclo comienza, evoluciona y termina, mal que nos pese a los amantes de un determinado tipo de música en la que nos sentíamos a gusto, cómodos, reyes. A un primer indicio de que nuestro modelo estaba caduco debimos hacerle caso y no mirar o escuchar para otro lado. Ese momento sublime en el que la apertura de la puerta del garaje se aliaba con los primeros tonos de tu música preferida; ese momento de duelo en el que los ocupantes de los asientos traseros te demostraban a las claras su disconformidad con el consabido “cambia de música, por fi”; ese instante de duda en el que te sabías perdido sin remedio; todo indicaba lo que no querías aceptar. Los tuyos habían crecido y tú te habías estancado como se estancaron los pantalones de campana y la trenca en el fondo de tu armario. Así que derrotado dabas paso dabas a la petición de tu sangre y dejabas pasar los kilómetros pidiendo al destino que el sueño las venciese pronto. Puede que entonces, una vez avanzado en el trayecto, te quedase alguna posibilidad de seguir escuchando aquellas canciones que para ti fueron lo más y que ya no son ni lo menos. Procuraste ponerte a la moda dejándote llevar por los consejos y fluctuaste por los indis , poperos, y demás tendencias, no sin esfuerzo. Así hasta la fecha actual. Pensabas que todo lo habías soportado y superado, hasta hoy. De buenas a primeras has comprobado cómo todo el universo musical se ha poblado de timbres reguetonianos. No hay escapatoria posible. Ni siquiera cuando buscas entre la guantera  aquel anticipo de Perucho Conde titulado “La cotorra criolla” tus ansias de modernidad son admitidas. Se ha impuesto como si un tsunami lo hubiese acercado a nuestros tímpanos y goza de las prebendas de su ciclo. Nada es capaz de detenerlo y quizá lo más aconsejable sería asumir tu derrota. Por cualquier rincón debe estar aquel vaquero raído que avergonzado guardaste y mira por dónde es el momento de recuperarlo. Con un poco de contención respiratoria igual hasta te entra. Ya puedes empezar a buscar alguna gorra adecuada, alguna quincalla que colocarte en el cuello o en los nudillos y, si te atreves, a practicar ese cadencioso movimiento de caderas llamado perreo. Más que nada, por no parecer lo que ya eres: alguien que está más cerca de la meta que de la salida. A las letras no les hagas demasiado caso. Tampoco vas a descubrir entre ellas las esencias poéticas del Parnaso. Esas pertenecieron a otras épocas en las que el postureo cambiaba de estilo pero en el fondo buscaban lo mismo. Termino por hoy. Acabo de abrir la ventana al sol de Junio y desde el tercero izquierda me llegan los primeros compases caribeños. No me puedo resistir, así que, me rindo definitivamente y comienzo a bailar.    

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