Elecciones del 21:
Cuestión de imagen
Por lo visto, oído,
mimetizado, reconocido, asumido y remachado, el próximo día veintiuno de
diciembre, habrá elecciones autonómicas en Cataluña. Unos candidatos vía
plasma, otros a pie de calle, otros tras las rejas, irán lanzando proclamas
para captar los votos de los que aún siguen indecisos. Para aquellos que dieron
validez a las del día uno de octubre supondrá un refrendo a sus resultados y
así lo proclaman. Para quienes no participaron supondrá un salto cualitativo a
la arena de los gladiadores en la que batirse con tridente, espada, y red, en
este caso, en el amplio sentido de la palabra red. Sean cuales sean los resultados, los discursos del día después
ya están escritos y dependerá de cómo se acepten saldrán a la luz unos u otros.
Y es ahora cuando desde la cercana lejanía la duda vuelve a asaltarme. Nadie
sabe bien cómo ganarlas, pero pocos dudan en cómo perderlas. Dicho lo cual me
viene a la memoria aquel debate televisivo
en el que un juvenil rostro kennedyense daba crédito a su aspiración a
presidente. Enfrente, un envejecido y sudoroso rostro nixoniano, perdía puntos
a la velocidad del napalm que ya se destilaba en los laboratorios a la espera
de su uso. La imagen venció y todos aquellos que se sintieron cautivados por
ella dieron por buena aquella presidencia. Para reafirmarse en la idolatría no
hizo falta esperar demasiado. Tejas añadió carisma a quien quizás no tenía
tanta valía pero se había vendido catódicamente de un modo correcto y
triunfante. Lo dicho, cuestión de imagen. De modo que sin necesidad de redundar
en el poder me los mass media a la hora de inclinar balanzas, yo, si fuese
partícipe de alguno de los gabinetes presidenciables, analizaría con cuidado la
imagen que representan a mis siglas. No soy un experto en estas lides, pero hay
algunas imágenes que llevan sobre sí mismas el signo de la resta aunque no lo quieran ver. El estilismo manda
en esta época actual en la que el fondo ha cedido el trono a la forma y la
forma al envoltorio. Los discursos son más o menos predecibles y la primera
impresión quedará grabada en el subconsciente a la hora de dejarse convencer o
no. Ni demasiado pijo, ni demasiado pagés; ni demasiado espigado, ni demasiado
orondo; ni demasiado liso, ni demasiado cardado; ni demasiado víctima, ni
demasiado verdugo; ni demasiado ácrata, ni demasiado formal . Un abanico de
posibilidades se abre con el invierno en busca de una primavera que sueñan
florida o plastificada según quien. Ahora mismo pasan por mi retrovisor la
imagen panada de Felipe González, la ternada y tornada azul de Adolfo Suárez,
la apisonada de Manuel Fraga, la nicotinada de Santiago Carrillo, y la verdad,
había variedad donde elegir. Todos sabemos quienes ostentaron el poder y todos
sabemos en base a qué lograron sus éxitos. Si el candidato o la candidata
elegidos no son exponentes de marca vencedora, no vencerán. Puede que sea demasiado
realista e incluso dramáticamente racional esta visión, pero así lo percibo. La
pasarela ante las urnas ya se ha abierto y por ella van a desfilar todos los
modelos diseñados desde el atelier de las siglas y los alfileres de las
consignas. Se avecinan más remiendos que puntadas maestras que den prestancia a
la prenda definida y será cuestión de estar atentos. Mientras tanto, que cada
quien eche un vistazo a la etiqueta del traje para ver si se corresponde con su
talla. Hace años que se uniformaron y no es plan de andar apretado ni demasiado
suelto. Sinceramente, yo, a unos les recomendaría permanecer en la base como
castellers fornidos, a otros como coachs de un equipo de básquet, a otras como
modelos para aprendices llonguerinos, a otros como custodios de la calÇotada de turno y a otros, por fin, como repartidores de publicidad en mitad de las
Ramblas. De todos modos no creo que sirva para nada mi sugerencia. La
reincidencia en el mensaje acaba teniendo su parte de culpa en el éxito buscado
y por ahí seguirá circulando el mensaje a tener en cuenta. No obstante, me
fijaré con especial cuidado en el photoshop para ver hasta qué punto he
acertado en mis recomendaciones o no. Lo demás, poco importa, ¿no?
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