Las mascotas
Por lo visto y oído parece ser que
sus Señorías se han puesto manos a la obra para dar fe de vida a las mascotas.
Suena raro, sí, muy raro que hasta la fecha siguieran siendo consideradas “cosas”,
objetos, o entes, sobre los que eludir cualquier tipo de responsabilidad como
dueños. Y cuando digo dueños estoy exagerando. Ningún dueño creo que se sentirá
como tal ante la acepción que consideraría a su persona como el señor al que
obedecer sin más. Supongo que buscarán la obediencia desde el respeto ganado al
no negarles ningún cuidado. Puede que alguno se pase de consentidor y con ello
consiga más atenciones. Pero en ningún caso será ese animal de compañía una
“cosa” como hasta la fecha ha sido. He presenciado verdaderos actos de
mimetización entre ambos y lutos sin consuelo ante la falta de alguna de las
partes. He visto aullar de dolor al can huérfano de dueño. He visto revolotear
por el espacio de la vivienda al que voluntariamente permanecía enjaulado a la
espera del alpiste. He visto curvar sus lomos al zalamero de bigotes que
silencioso se aproximaba a buscar su rincón favorito. De los especímenes más
exóticos, aún no tengo constancia de sus actos, aunque imagino que en poco
diferirán de los anteriores según dicte
su especie. La cuestión radica en que ha dejado de cosificarse el término para
vitalizarse y con ello adquirir un estatus protector y legal. A partir de ahora
pasará a ser objeto de disputa en el reparto de bienes si se llegase al cruce
de caminos separados de ambas partes y la ley adoptará un acuerdo que no le
perjudique. Del régimen de visitas ya se ocuparán los legisladores; así como
del tiempo de vacaciones que pasará con cada parte de sus antiguos dueños. Será
discreto a la hora de callar sus preferencias porque no podrá optar por una
sola de las partes. Podrá exigir de su propio maullido, ladrido u ornitólogo
canto, la atención que merece y el respeto que se fue ganando. Volverá a
soportar las horas de encierro a la espera del paseo seccionado en tercios de día.
Probablemente estrene jaula transportadora que le otorgue un plus de elegancia
y de paso reproche hacia la otra mitad la mitad de su titularidad. Se irá
adaptando a las nuevas parejas y a los nuevos timbres de voz que quieran
ganarse su confianza. Echará de menos al otro cuando esté con el uno y
viceversa. Y puede que en un momento dado aletee, brinque o ronronee reclamando
cordura y normalidad. Llegó para ser bayeta de soledades y acaba siendo émulo
de las mismas. Se hará caprichoso y a partir de entonces hará lo que les dé la
gana, como siempre ha hecho, pero por partida doble. Solamente le faltará en su
nuevo estado legal una cláusula imprescindible de uso y disfrute de ambas
viviendas, tanto para él o ella, como para la prole que haya procreado en sus
salidas parqueras que tan escuetas como prolíficas resultaron. De a quién
corresponde la custodia de las mascotas nacidas ya se encargarán sus Señorías.
Paciencia, que todo llega.
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