miércoles, 11 de abril de 2018


1. Maite, Mariluz y Marisol


Tres patas de un mismo trípode, tan semejantes como dispares, dan forma a su paso cada vez que la cuesta se empina hacia el mirador buscando el refugio de los musgos. Como si de una tríada de sangre se tratase, así se presentan cada vez que la ladera del castillo decide mirar hacia las Guinchas buscando el discurrir del agua. En una, la serenidad se adhiere como si del liquen orientado al norte derivase la quietud de sus pensamientos. En otra, se adivina la mirada de la dama prendida de una pared anunciando un sortilegio que por temeroso pasa envuelto en sonrisa. En otra, la quietud resignada del paso del tiempo se convierte en el segundero de un reloj que avanza a lo ya conocido. Chulapas en las que el mantón se diseña tras la reja sobre las que un cenicero térreo vigila sus andanzas. Allí, sobre el rincón diestro, la raíz sigue dándoles permiso para aventurarse en la Pradera de un San Isidro tan castizo como manchego. Ellas harán oídos sordos a las quejas que se vayan transmitiendo para llegar a un acuerdo común que parecerá discordante. Tiempo habrá para deslizarse hasta las aguas y sitiar a los juncos a la espera del desembalse. Juzgarán innecesario el desagravio para no perder el tiempo con las provocaciones llegadas sin pedir audiencia ni permiso. Les bastará con el ascenso a la Cueva cada vez que sus pupilas precisen de una nueva óptica lunar creadora de nuevas perspectivas. Cañís como pocas lucirán las retrancas llegadas del Foro para dar sentencia de ley con un punto y final. Llevan como modelo un trío precursor y pareciera que la perpetuidad se instala y reivindica. Sus enfados serán tan increíbles que cualquier intento de desestabilización anímica estará condenado a la derrota. Estas que crecieron mecidas en la vorágine del “Madrid me mata” se saben réplicas de las chicas de ayer que ni siquiera sabrían guardar los secretos del resto de las chicas del montón. Siempre tendrán a mano la respuesta a la pregunta de qué hacen unas chicas como ellas en un lugar burgniano  que les acompase la batería que ellas percuten. En aquel rincón noreste de las peñas reinan como solamente saber reinar las que se saben de ley. Una sonreirá mañana cuando las vías del trayecto apuntalen estos renglones. Otra fingirá no entender lo que a las claras sabe a metáfora. La tercera esperará a cruzarse de nuevo para que le desentrañe el mensaje y así saber a qué atenerme. De cualquier modo, como si una luz fuese precisa para iluminar lo innecesario, un mechero volverá a prenderse a ritmo de sorna y con eso será suficiente. 

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