jueves, 26 de abril de 2018


1. Jackeline


Alzas la vista hacia sus casi metro ochenta y no sabes muy bien qué hacer. Si mantienes un pulso de seriedad podrás comprobar el auténtico sabor de la victoria en cuanto sus pupilas se fijen en la expresión que no acaba de entender. Si te dejas vencer por la tentación del gesto catalizador de ironías puede que el esfuerzo que realice para no carcajearse te acabe invadiendo y explotes en mitad de una marea de risas. Algo en ella se excede a las proporciones. O la edad se quedó menguada a la longitud de su sombra o la sombra que de ella nace echa a faltar al monolito que le haga compañía. Paladea desde su voz el sabor auténtico de las coplas que de seguro la acunaron. Gira las palmas buscando el toque preciso que el compás exige. Tonadillera de pro que fluctúa entre los claveles reventones del tablado llamado adolescencia. Podría lucir el traje de faralaes más allá de lo que sus rizos multicolores aventuran y no dejaría indiferente a nadie cercano. Rebotea a su antojo los balones de la obediencia intentando evitar los pasos infractores que el árbitro de turno disimula no ver. Y el genio vigilante que de sus entrañas fluye la lleva a poner orden en base a la preponderancia altiva de la que hace gala. Su tez la reviste como si de una capa de inmunidad se tratase y los altibajos la acompañan en el vaivén del quiero y no quiero. Sueña con regresar al puerto que echa de menos y las comparaciones siempre le dejan un sabor a derrota frente a su pasado próximo. Cada vez que la norma intente abrirse hueco fingirá acatamiento. Solamente desde el fondo albo de sus ojos percibirás la certeza plena del no cumplimiento y con ello tendrás que lidiar. Nubia de un ecuador segmentario de diferencias inexistentes, paladeará el regusto del aprendizaje sin seguir guión alguno. Su instantánea necesidad se antepondrá al curso que marque el Nilo en el que ella se lanza sin temor a las dentelladas. Rasga y expulsa de sí todo aquello que pudiese tomarse como penitencia. Permanece impasible. Descuenta en voz baja los segundos que sabe inevitables y cuando la voz represora desaparezca, de ella desaparecerá también el dosier de acusaciones. Juega con ventaja en campo ajeno y de modo inconsciente saca provecho. Puede que algún día, quién sabe si pronto, sus pisadas la lleven a algún destino tan inesperado como sorprendente. Lo único que quedará claro será que la sorpresa no quedará impresa en su rostro de ébano; bien al contrario, serán los demás los que sigan sin responderse a los interrogantes que de ella broten de modo espontáneo.

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