1. Jackeline
Alzas la vista hacia sus
casi metro ochenta y no sabes muy bien qué hacer. Si mantienes un pulso de
seriedad podrás comprobar el auténtico sabor de la victoria en cuanto sus
pupilas se fijen en la expresión que no acaba de entender. Si te dejas vencer
por la tentación del gesto catalizador de ironías puede que el esfuerzo que
realice para no carcajearse te acabe invadiendo y explotes en mitad de una
marea de risas. Algo en ella se excede a las proporciones. O la edad se quedó
menguada a la longitud de su sombra o la sombra que de ella nace echa a faltar
al monolito que le haga compañía. Paladea desde su voz el sabor auténtico de
las coplas que de seguro la acunaron. Gira las palmas buscando el toque preciso
que el compás exige. Tonadillera de pro que fluctúa entre los claveles
reventones del tablado llamado adolescencia. Podría lucir el traje de faralaes
más allá de lo que sus rizos multicolores aventuran y no dejaría indiferente a
nadie cercano. Rebotea a su antojo los balones de la obediencia intentando
evitar los pasos infractores que el árbitro de turno disimula no ver. Y el
genio vigilante que de sus entrañas fluye la lleva a poner orden en base a la
preponderancia altiva de la que hace gala. Su tez la reviste como si de una
capa de inmunidad se tratase y los altibajos la acompañan en el vaivén del
quiero y no quiero. Sueña con regresar al puerto que echa de menos y las
comparaciones siempre le dejan un sabor a derrota frente a su pasado próximo.
Cada vez que la norma intente abrirse hueco fingirá acatamiento. Solamente
desde el fondo albo de sus ojos percibirás la certeza plena del no cumplimiento
y con ello tendrás que lidiar. Nubia de un ecuador segmentario de diferencias inexistentes,
paladeará el regusto del aprendizaje sin seguir guión alguno. Su instantánea
necesidad se antepondrá al curso que marque el Nilo en el que ella se lanza sin
temor a las dentelladas. Rasga y expulsa de sí todo aquello que pudiese tomarse
como penitencia. Permanece impasible. Descuenta en voz baja los segundos que
sabe inevitables y cuando la voz represora desaparezca, de ella desaparecerá
también el dosier de acusaciones. Juega con ventaja en campo ajeno y de modo
inconsciente saca provecho. Puede que algún día, quién sabe si pronto, sus
pisadas la lleven a algún destino tan inesperado como sorprendente. Lo único
que quedará claro será que la sorpresa no quedará impresa en su rostro de ébano;
bien al contrario, serán los demás los que sigan sin responderse a los
interrogantes que de ella broten de modo espontáneo.
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