1. María José
De vista,
solamente de vista, la conozco. Y siendo tan escaso dicho conocimiento he de
confesar que los detalles que de ella me llegan no me dejan indiferente. La
sonrisa siempre abierta y la alegría como pasaporte de vida la adjetivan positivamente.
De hecho, por lo que me han contado, lo que para otras sería estrafalario, en
ella resulta natural. Pasea como si del firmamento estuviese esperando la caída
de flores a modo de lluvia colorida con la que alfombrar sus pasos. Ama lo natural
y de la misma naturaleza es capaz de extraer al ser vivo que nos sirva de
modelo de conducta. Poco importará si el aspecto del mismo le delata como
fagocitador de verdes cuando cambie de localización. Ella lo rescatará del
limonero para embarcarlo hacia una aventura mayor llamada curiosidad. Sabrá que
muy a su pesar se verá envuelto en la vorágine de una observación por parte de
las inquietas pupilas aprendices. Y con ello dará sentido al lado lúdico del
aprendizaje. Y todo desde la calma que de su mirar se desprende. Posiblemente
se crió entre las nanas de la alegría y así la transmite a quien quiera
recibirla. Pasará por ser la disconforme en la medida en que sus actos se
alejen de lo previsible y resulten chocantes. Supo ver lo que a muchos se nos
escapa cuando tras las antenas del artrópodo adivinó deseos de cambio. Este bautizado
Limoncete, ortóptero de pro, pasó a convertirse en el emblema de un modo de entender
la vida, más allá de la vida en sí, más acá de la propia muerte. Y con ello vio
María José su misión mensajera. Pocos sabríamos actuar del modo en que ella lo
hizo ante el miedo atenazador de ser catalogados de diferentes. Ahí el error.
Gracias a la diferencia la pluralidad existe, se manifiesta, perpetúa y da
color a la vida. Gracias a María José y tantas como ella seremos capaces de descubrir
y apreciar el valor de lo que parecía insignificante. El detalle habló por sí
solo y del detalle extraeremos una lección de vida. Posiblemente cuando me
vuelva cruzar con ella no me pregunte qué fue de Limoncete. Tampoco será
necesario indagar en el futuro de quien tantas veces ignoró su futuro corto. De
lo que no cabrá duda será de que la sensibilidad tocó a la puerta y a eso de
las cuatro de la tarde se puso de manifiesto. Una vez más, como tantas otras
que quedan por llegar, la diferencia salió victoriosa.
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