jueves, 19 de abril de 2018


1. María José


De vista, solamente de vista, la conozco. Y siendo tan escaso dicho conocimiento he de confesar que los detalles que de ella me llegan no me dejan indiferente. La sonrisa siempre abierta y la alegría como pasaporte de vida la adjetivan positivamente. De hecho, por lo que me han contado, lo que para otras sería estrafalario, en ella resulta natural. Pasea como si del firmamento estuviese esperando la caída de flores a modo de lluvia colorida con la que alfombrar sus pasos. Ama lo natural y de la misma naturaleza es capaz de extraer al ser vivo que nos sirva de modelo de conducta. Poco importará si el aspecto del mismo le delata como fagocitador de verdes cuando cambie de localización. Ella lo rescatará del limonero para embarcarlo hacia una aventura mayor llamada curiosidad. Sabrá que muy a su pesar se verá envuelto en la vorágine de una observación por parte de las inquietas pupilas aprendices. Y con ello dará sentido al lado lúdico del aprendizaje. Y todo desde la calma que de su mirar se desprende. Posiblemente se crió entre las nanas de la alegría y así la transmite a quien quiera recibirla. Pasará por ser la disconforme en la medida en que sus actos se alejen de lo previsible y resulten chocantes. Supo ver lo que a muchos se nos escapa cuando tras las antenas del artrópodo adivinó deseos de cambio. Este bautizado Limoncete, ortóptero de pro, pasó a convertirse en el emblema de un modo de entender la vida, más allá de la vida en sí, más acá de la propia muerte. Y con ello vio María José su misión mensajera. Pocos sabríamos actuar del modo en que ella lo hizo ante el miedo atenazador de ser catalogados de diferentes. Ahí el error. Gracias a la diferencia la pluralidad existe, se manifiesta, perpetúa y da color a la vida. Gracias a María José y tantas como ella seremos capaces de descubrir y apreciar el valor de lo que parecía insignificante. El detalle habló por sí solo y del detalle extraeremos una lección de vida. Posiblemente cuando me vuelva cruzar con ella no me pregunte qué fue de Limoncete. Tampoco será necesario indagar en el futuro de quien tantas veces ignoró su futuro corto. De lo que no cabrá duda será de que la sensibilidad tocó a la puerta y a eso de las cuatro de la tarde se puso de manifiesto. Una vez más, como tantas otras que quedan por llegar, la diferencia salió victoriosa.    

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