lunes, 15 de abril de 2019


1. Alejandrina S.


Empieza a clarear el día y desde la cortina que desnuda al rocío de la noche adivino su voz. Habrá madrugado para que todo esté preparado y nada se vea sorprendido por la improvisación. Mirará hacia la curva y la Umbría mostrará el ronroneo del lento discurrir del tiempo. Con un poco de suerte el maullido remitido desde la tapia cercana le recordará la inacabada lista de obligaciones que le esperan y a las que hará frente. Los lirios están a punto de florecer y la primavera se anticipa como si quisiera permanecer más tiempo a su lado. Echará un vistazo al embozo de las sábanas y volverá a recordar las puntadas que las bobinas de colores le ofrecieron y de las que dio cumplida cuenta. Iniciales para perpetuar señas de identidad cubiertas de morenos trazos. Y a nada que la pausa se ofrezca sacará del cajón los folios pacientes que esperan sus letras. Abrirá sus sentimientos y en líneas paralelas desgranará lo que dentro le anida. Declarará sentimientos y de ellos extraerá la fortaleza suficiente para erigir un muro de sólidos bloques, inexpugnable, invencible. Será incapaz de asaltar el gallinero de las vergüenzas por saber que de ellas nada meritorio se destila. Será la rabosa condescendiente que perdone errores y cuide de los vástagos enseñándoles un modo de actuación digno de perpetuarse. Saldrá al escenario y pondrá voz a lo que hasta entonces permanecía en silencio. Se hará acompañar para mostrar el valor real de la osadía cuando la osadía mira de frente y ofrece cariño. Y todo desde la sencillez, huyendo de las alharacas que el aplauso forzado solicita. Ella, Alejandrina, sabe de sobra de qué viento te llega la brisa y de cuál la tormenta. Ha ido acristalando los sabores de la cuna y el cierre hermético impedirá cualquier posibilidad de paso al deterioro. Ha apilado en los estantes de la alacena tanta vivencias que únicamente pedirá un reloj de arena que desgrane lentamente sus arenas y le permita echarlas a volar. Eso sí, lo hará, cuando la mañana se vuelva a desperezar, vuelva a desprenderse del rocío y un nuevo maullido llegado desde la higuera de la tapia cercana, le dé los buenos días. Ya se encargará de responderles del modo más hermoso que encuentre a nada que abra el cajón y los folios la miren sonrientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario